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Atardecer en el templo de Pre Rup

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Llegué en tuk-tuk, claro. No iba a cruzarme media jungla a pata como un arqueólogo de los años 30. El conductor era un tipo menudo con una sonrisa permanente y un repertorio básico de español aprendido de turistas: “¡Cristiano Ronaldo, muy bueno!” Asentí con convicción, aunque me da igual el fútbol. Pero nací en Sevilla, y allí no se elige. Allí, cuando un niño nace, antes de saber andar ya le han hecho del Betis o del Sevilla. No como en Córdoba o en Soria, donde se reparten entre el Madrid y el Barça como si fueran marcas de yogur. La carretera se fue transformando en tierra, la tierra en polvo, y el polvo en piedra. Y ahí estaba Pre Rup. Un templo de ladrillo rojizo, sólido, sin florituras. Parecía más una fortaleza que un santuario. Dicen que fue construido para Shiva, pero con tantos dioses, reyes y reformas, quién sabe. Durante años se creyó que aquí se cremaban cuerpos. Pero nada. Otro malentendido romántico. Lo que parece una pira funeraria es solo la base de una ...

5 de Junio - Día Mundial del Medio Ambiente.

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El 5 de junio es el Día Mundial del Medio Ambiente, ese día en el que todos compartimos frases bonitas, alguna foto de un bosque y seguimos consumiendo como si no hubiera un mañana. Este año, sin embargo, llega con una sombra larga: la muerte de Sebastião Salgado, el fotógrafo que convirtió el sufrimiento del mundo en arte, y el arte en conciencia. Salgado no solo retrató la crudeza de la vida en las minas, el éxodo humano o la belleza intacta de la naturaleza en  Génesis . Él fue mucho más allá del obturador. Junto a su esposa, Lélia Wanick Salgado —la otra mitad de este milagro—, fundó el Instituto Terra, un proyecto que suena casi a ficción: tomaron una tierra degradada, arrasada por la deforestación en el estado de Minas Gerais, y la convirtieron en un bosque renacido. Plantaron millones de árboles, devolvieron la vida a los manantiales y trajeron de vuelta especies que habían desaparecido. No fue un reportaje: fue una resurrección. Mientras muchos fotógrafos se limitan a mirar...

Sebastião Salgado: la mirada que abrazó al mundo

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Sebastião Salgado ha muerto. Y con él, se apaga una de las miradas más lúcidas, comprometidas y poéticas que ha tenido la fotografía documental en el último siglo. Tenía 81 años y falleció en París, víctima de una leucemia derivada de la malaria que contrajo en 2010 durante una expedición en Indonesia. Nacido en Aimorés, Minas Gerais, Brasil, en 1944, Salgado no empezó su carrera con una cámara al cuello, sino con una calculadora en la mano: era economista. Pero la estadística se le quedó corta para explicar el mundo. Fue en África, mientras trabajaba para la Organización Internacional del Café, donde tomó sus primeras fotos con una Leica prestada por su esposa, Lélia Wanick. Ahí comenzó su viaje hacia la fotografía, no como arte, sino como testimonio. Su obra no fue un paseo turístico por la miseria ajena. Fue una inmersión brutal en las heridas abiertas del planeta: los garimpeiros de Serra Pelada, los refugiados del Sahel, los migrantes de "Éxodos", los trabajadores ...

Nazca desde el aire: dibujos, vértigo y misterio

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  Nazca: líneas, monos gigantes y un tipo con casco espacial Hay paisajes que te sacuden. No por su belleza —que también—, sino por el bofetón que te pegan en la conciencia cuando ves lo que fueron capaces de hacer civilizaciones sin drones, sin Google Maps y, por supuesto, sin necesidad de llamar a los extraterrestres. Las líneas de Nazca son exactamente eso: un “¡zas!” visual desde el aire y un “¿pero cómo cojones hicieron esto?” cuando te lo explican. Están en medio del desierto más seco del Perú, que ya es decir. Un lugar donde el sol cae como plomo y donde podrías dejar un cadáver y conservarse mejor que en un museo. Ahí, sobre esa llanura marrón que parece una sartén oxidada, hay dibujados más de 300 geoglifos que sólo se entienden si los miras desde las alturas. Y eso fue lo que hicimos. El vuelo: subirse a una avioneta y rezar lo que sepas Salimos desde el pequeño aeropuerto de Nazca con una de las agencias locales que te venden el pack “mareo + epifanía”. Lo que te pro...

Nada en Yangon

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  Era temprano. El calor ya hervía en la piel como una sartén sucia olvidada al fuego. La Shwedagon brillaba con ese oro grasiento que se pega en la lengua. Había gente, demasiada gente, y todos querían ver algo que no entendían. Caminaba sin rumbo. Había dormido poco. Había bebido menos. No estaba allí buscando dioses ni respuestas, solo fotos. A veces las fotos son más sinceras que las palabras. No mienten tanto. El monje estaba allí. Siempre está allí. No lo supe hasta después, cuando alguien me dijo que ese viejo budista aparece en las fotos de medio mundo. Como el Mickey Mouse de Yangon. Siempre en la misma pose, siempre con los ojos cerrados, como si la vida de los demás no le importara. Quizá no le importaba. Me acerqué. El suelo quemaba. Los turistas le rodeaban como moscas a un cadáver dulce. Con móviles, con cámaras compactas, con la mirada estúpida del que cree que está capturando algo profundo. Yo saqué la cámara también. No iba a fingir que era mejor que ellos. Ap...

El vuelo y la niebla

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 Madrugar es una de esas torturas modernas que algunos, como yo, practicamos por gusto. Bueno, gusto... más bien por esa adicción absurda a la luz azulada del alba, esa que promete mucho y casi siempre entrega poco. Aún no eran ni las siete cuando ya estaba camino de la balsa de Betoño, en pleno humedal de Salburua. La radio apagada, el termo con café barato humeando en el asiento del copiloto y la esperanza (tan terca como yo) de encontrar una de esas escenas que hacen que la vida tenga un poco de sentido. O al menos, una foto decente para justificar el madrugón. Al llegar, la niebla era tan espesa que parecía que el mundo se había esfumado y sólo quedaba yo, el barro y ese silencio denso, casi sospechoso, como de película mala de terror. Ese tipo de niebla que no sabes si te va a regalar una imagen de ensueño o te va a colar un resfriado de campeonato. Pero ya estaba allí, así que monté el trípode, coloqué el teleobjetivo y me dediqué a esperar... como un idiota estoico en mitad ...

10 de Mayo - Día Mundial de las Aves Migratorias.

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Cada año, millones de aves migratorias cruzan continentes con una puntualidad que ridiculiza cualquier horario de tren. Lo hacen impulsadas por algo que no necesita brújula: instinto, necesidad y pura supervivencia. Vuelan de norte a sur y de vuelta, esquivando tormentas, cazadores, y ciudades que cada vez les dejan menos espacio para aterrizar sin morir en el intento. El Día Mundial de las Aves Migratorias , que se celebra el segundo sábado de mayo, no es un festejo con globos y confeti. Es una llamada de atención. Este año, el tema elegido es claro: "Crear ciudades y comunidades amigables con las aves" . Y no, no se trata de poner comederos en los balcones y darles alpiste. Hablamos de planificación urbana que respete sus rutas, edificios que no las desorienten con luces artificiales, y espacios verdes que no sean solo decoración, sino refugios vivos. Porque mientras nosotros construimos a lo loco, ellas chocan contra cristales, pierden sus zonas de descanso, y ven cómo el ...

El bosque de Oma y el arte que lo arruinó

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Hay cosas que huelen a impostura desde lejos, como un perfume barato en un ascensor. El Bosque de Oma, ese experimento cromático de Agustín Ibarrola perdido entre los hayedos de Kortezubi, es una de ellas. Se presenta como una fusión de arte y naturaleza, pero lo que realmente ofrece es un parque temático del ego disfrazado de intervención artística. Ibarrola, que algunos veneran como visionario del land art a la vasca, pintó decenas de árboles vivos con formas geométricas, ojos, figuras humanas, rayas multicolores y hasta motoristas como si el bosque fuera un cuaderno de colorear infantil. Y ahí estuvo la cosa, años al sol y la humedad, como un mural psicodélico que se descomponía lentamente. Hasta que el bosque, literalmente, murió. Sí, el Bosque de Oma original ha pasado a mejor vida. La causa fue la banda marrón, una enfermedad provocada por un hongo (el Phaeolus schweinitzii , para los curiosos), que afecta principalmente a los pinos y acabó por condenar al conjunto. ¿Fue culpa...

La hora azul del Puente Nuevo de Ronda

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Hace unos días, por fin disparé una de esas fotos que tenía pendientes desde hace años: el Puente Nuevo de Ronda, justo en la hora azul. Ese instante caprichoso en el que el día se resiste a morir y la noche aún no se atreve a entrar del todo. El cielo se vuelve de un azul imposible, como de postal manipulada, pero real. Tan real como el peso del trípode que cargué hasta el punto de la toma. No era una foto cualquiera. Era una cuenta pendiente. Una especie de reconciliación entre lo que fui y lo que soy. Porque hace muchos años, cuando aún llevaba el pelo rapado y las botas bien lustradas, estuve destinado en Ronda, en la XIX Bandera de Operaciones Especiales de la Legión. De aquellos días me queda el olor a pólvora, la disciplina a gritos y la memoria muscular de haber subido decenas de veces desde el valle hasta el pueblo corriendo, con el puente allá arriba, como un coloso de piedra que me vigilaba sin pestañear. Aquella estructura era el final del sufrimiento físico y el principio ...

Fotografiar el castillo de Andrade: entre historia y fantasía

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  Castillo de Andrade , Pontedeume,  abril 2025 Nikon Z-fc, Nikon DX 15-50 mm. f/3,5-6,3 a 26 mm. Apertura f/8 Obturación 1/320s. ISO 100 Un pequeño desvío en el camino Quienes seguís este blog sabéis que suelo hablar de fotografía, naturaleza y viajes. Y esta entrada, en principio, no iba a ser diferente. Pero a veces, una imagen antigua, un recuerdo enterrado o una piedra con historia pueden abrir la puerta a otro tipo de viaje. Esta vez no ha sido una ruta por montañas ni una escapada con la cámara al hombro, sino un recorrido hacia la infancia, la memoria... y una historia medieval que me toca muy de cerca. Todo empezó con un libro de castillos, una vieja habitación que fue biblioteca, y un apellido que —para mi sorpresa de niño— también daba nombre a una fortaleza gallega. Lo demás, como suele decirse, vino rodado: una visita, una fotografía, una investigación... y, finalmente, un retrato literario del hombre que dio origen a todo. Porque por cosas de la vida, crecí y me ...

Fotografiar cetáceos: técnica, paciencia y suerte

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Desde siempre he sentido una atracción casi magnética por los grandes cetáceos. Hay algo ancestral en ellos, como si arrastrasen el espíritu primitivo de la Tierra en cada movimiento. De niño, me quedaba hipnotizado viendo los documentales del Comandante Cousteau: aquellas criaturas descomunales parecían fantasmas del océano, deslizándose en un mundo ajeno al nuestro. Ver saltar a una ballena —esa montaña viva que irrumpe en el aire por unos segundos— no es solo impresionante, es casi una revelación. Islandia: el rugido del hielo y la ballena La imagen de la ballena la fotografié en Islandia, en una excursión que zarpaba desde Húsavík, ese pueblito del norte islandés donde el frío te entra hasta los huesos, pero la promesa de ver un coloso marino lo justifica todo. Salimos en un navío de velas llamado Haikur  —sí, velas de verdad, como en las novelas de aventuras, pero con más Gore-Tex que romanticismo—. Húsavík es parada obligatoria para los amantes del “Whalewatching”... o, si ...

Paisajes de montaña en blanco y negro. V

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La montaña no dice nada, pero lo dice todo. Esta foto no tiene color porque el color estorba. Aquí el verde no importa, el azul sobra. Aquí solo manda el contraste: la luz arañando las nubes, la sombra escondida bajo cada roca, el reflejo apagado de un lago que parece no tener fondo ni prisa. El lugar: uno de los lagos de Colomers. El Lac Long , para ser exactos. Nombre corto, presencia larga. Una lámina de agua al norte del tiempo, rodeada de piedra, bosque y ese silencio que te cala más que la humedad. No hay barandillas, ni wifi, ni promesas. Solo aire fino y esa sensación de que el mundo, en realidad, no te necesita para nada. Cuatro tomas verticales, ensambladas como las vértebras de un animal prehistórico. Un monstruo dormido. Lightroom hace lo que puede, pero la verdad de esta escena no se edita: se sufre, se camina, se espera. Y a veces, si uno tiene suerte, se captura. Junto a la orilla, apenas visible, está mi compañero de excursión. Se alejó en silencio para hacer sus propia...

Historia tras la foto: Composición, luz dura y ritmo urbano

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 Era casi mediodía y el sol caía con una dureza que no perdona. La luz, frontal y sin matices, aplastaba las texturas y borraba los volúmenes, pero también tenía algo hipnótico, como si todo estuviera bajo el foco de un escenario. Estaba en el casco viejo de Vitoria-Gasteiz, cámara en mano, practicando lo que algunos llaman pesca fotográfica: eliges un encuadre, te plantas como una estatua y esperas a que la vida se cruce por delante. El lugar lo pedía a gritos. Un arco de piedra maciza daba paso a una escalinata empedrada que trepaba hacia algún rincón oculto del edificio. La luz dura chocaba con la sombra del arco y creaba ese contraste que a veces funciona mejor que cualquier filtro. En la pared, tres placas metálicas marcaban territorio: “ARKUPEKO ESKAILERAK”, “SAN FRANTZISKO ALDAPA” y “CUESTA DE SAN FRANCISCO”. Ya solo con eso, la escena tenía anclaje. Esperé. A veces no pasa nada, y te tragas tus expectativas. Pero esta vez no. Dos hombres mayores entraron en cuadro, en dir...

Fotografiando leones marinos en Galápagos: ternura con colmillos

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  Pocos animales despiertan tanta simpatía como los leones marinos de Galápagos. Son graciosos, expresivos, y se tumban a tus pies como si fueras parte del paisaje. Pero cuidado: bajo ese aire de peluche hay dientes. Y si no, que se lo digan a una compañera de viaje... Discusión familiar , Islas Galápagos, noviembre  2021 Nikon D-810, Nikon 70-200 mm. f/2.8 a 200 mm. Apertura f/5.6 Obturación 1/640s. ISO 200 Podría decir que fotografiar leones marinos en Galápagos ( Zalophus wollebaeki ) es sencillo, pero sería quedarme corto. Es ridículamente fácil. Estos animales —también conocidos como  lobos marinos — viven como si el archipiélago fuera un spa al aire libre. Y tú, turista con cámara al cuello, no eres más que un figurante en su serie diaria de siestas, chapuzones y bostezo escénico. Tierna infancia , Islas Galápagos, noviembre  2021 Nikon D-810, Nikon 70-200 mm. f/2.8 a 122 mm. Apertura f/8 Obturación 1/320s. ISO 3200 Los ves en las playas, claro, pero también so...