Oporto entre copas, clics… y un poco de decadencia.
Con ganas de desconectar un rato del bonito desastre global —guerras, crisis energéticas, inflación, desabastecimientos y demás maravillas del siglo XXI— decidimos escaparnos unos días a Oporto. No la conocíamos, pero le teníamos ganas. Siempre es buen momento para huir hacia adelante. La ciudad, a primera vista, tiene pinta de haber sido encantadora no hace tanto. De esas con alma, con carácter, con historia en cada adoquín. Pero, como suele pasar cuando algo gusta demasiado, ha acabado devorada por su propio éxito. El turismo lo ha empapado todo: cafeterías, heladerías, restaurantes… todo con ese regusto a “esto no es para ti, local”. La autenticidad, como los alquileres razonables, parece haberse evaporado. Incluso el precioso Café Imperial, un clásico con solera, hoy es un McDonald’s. Eso sí, “el más bonito del mundo”, dicen. En fin, ironías del progreso. Si os interesa el tema, os dejo un artículo muy recomendable: Oporto, gentrificación de temporada alta . No tiene desper...