Historia tras la foto: Composición, luz dura y ritmo urbano
Era casi mediodía y el sol caía con una dureza que no perdona. La luz, frontal y sin matices, aplastaba las texturas y borraba los volúmenes, pero también tenía algo hipnótico, como si todo estuviera bajo el foco de un escenario. Estaba en el casco viejo de Vitoria-Gasteiz, cámara en mano, practicando lo que algunos llaman pesca fotográfica: eliges un encuadre, te plantas como una estatua y esperas a que la vida se cruce por delante.
El lugar lo pedía a gritos. Un arco de piedra maciza daba paso a una escalinata empedrada que trepaba hacia algún rincón oculto del edificio. La luz dura chocaba con la sombra del arco y creaba ese contraste que a veces funciona mejor que cualquier filtro. En la pared, tres placas metálicas marcaban territorio: “ARKUPEKO ESKAILERAK”, “SAN FRANTZISKO ALDAPA” y “CUESTA DE SAN FRANCISCO”. Ya solo con eso, la escena tenía anclaje.
Esperé. A veces no pasa nada, y te tragas tus expectativas. Pero esta vez no. Dos hombres mayores entraron en cuadro, en direcciones opuestas. El de la izquierda, con bastón y gafas de sol, caminaba con esa calma de quien ya no tiene prisa por llegar. El otro, con un jersey de estampado ochentero desde lejos, parecía detenido, como si el tiempo le hubiese puesto pausa.
Disparé justo cuando el equilibrio fue perfecto. El arco, la escalera, las sombras, ellos dos... No fue suerte, fue paciencia. Esa es la clave de la fotografía callejera: saber mirar, saber esperar, y estar listo cuando lo improbable se alinea. No sé si es una gran foto, pero sí sé que ese instante ya no se repite. Y eso, para mí, vale más que cualquier exposición.
La pesca fotográfica es eso: encontrar un encuadre con fuerza —por su luz, su fondo, su composición— y quedarse ahí, quieto, esperando a que algo pase. No corres detrás de la escena; esperas a que la escena te encuentre a ti. Leer cómo se mueve la gente, cómo cae la luz, anticiparse al momento. Es una forma de calmar el ritmo y afinar el ojo. Y cuando alguien entra en cuadro y todo encaja —forma, gesto, atmósfera—, la imagen cobra vida. No por azar, sino porque estuviste ahí, mirando en silencio, mientras el mundo hacía lo suyo.
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Escalera de los Arquillos, Vitoria, abril 2024 Nikon Z-fc, Nikkor Z 28 mm. f/2.8 Apertura f/8 Obturación 1/320s. ISO 100 |