Entradas

Mostrando las entradas etiquetadas como País Vasco

El vuelo y la niebla

Imagen
 Madrugar es una de esas torturas modernas que algunos, como yo, practicamos por gusto. Bueno, gusto... más bien por esa adicción absurda a la luz azulada del alba, esa que promete mucho y casi siempre entrega poco. Aún no eran ni las siete cuando ya estaba camino de la balsa de Betoño, en pleno humedal de Salburua. La radio apagada, el termo con café barato humeando en el asiento del copiloto y la esperanza (tan terca como yo) de encontrar una de esas escenas que hacen que la vida tenga un poco de sentido. O al menos, una foto decente para justificar el madrugón. Al llegar, la niebla era tan espesa que parecía que el mundo se había esfumado y sólo quedaba yo, el barro y ese silencio denso, casi sospechoso, como de película mala de terror. Ese tipo de niebla que no sabes si te va a regalar una imagen de ensueño o te va a colar un resfriado de campeonato. Pero ya estaba allí, así que monté el trípode, coloqué el teleobjetivo y me dediqué a esperar... como un idiota estoico en mitad ...

El bosque de Oma y el arte que lo arruinó

Imagen
Hay cosas que huelen a impostura desde lejos, como un perfume barato en un ascensor. El Bosque de Oma, ese experimento cromático de Agustín Ibarrola perdido entre los hayedos de Kortezubi, es una de ellas. Se presenta como una fusión de arte y naturaleza, pero lo que realmente ofrece es un parque temático del ego disfrazado de intervención artística. Ibarrola, que algunos veneran como visionario del land art a la vasca, pintó decenas de árboles vivos con formas geométricas, ojos, figuras humanas, rayas multicolores y hasta motoristas como si el bosque fuera un cuaderno de colorear infantil. Y ahí estuvo la cosa, años al sol y la humedad, como un mural psicodélico que se descomponía lentamente. Hasta que el bosque, literalmente, murió. Sí, el Bosque de Oma original ha pasado a mejor vida. La causa fue la banda marrón, una enfermedad provocada por un hongo (el Phaeolus schweinitzii , para los curiosos), que afecta principalmente a los pinos y acabó por condenar al conjunto. ¿Fue culpa...

Historia tras la foto: Composición, luz dura y ritmo urbano

Imagen
 Era casi mediodía y el sol caía con una dureza que no perdona. La luz, frontal y sin matices, aplastaba las texturas y borraba los volúmenes, pero también tenía algo hipnótico, como si todo estuviera bajo el foco de un escenario. Estaba en el casco viejo de Vitoria-Gasteiz, cámara en mano, practicando lo que algunos llaman pesca fotográfica: eliges un encuadre, te plantas como una estatua y esperas a que la vida se cruce por delante. El lugar lo pedía a gritos. Un arco de piedra maciza daba paso a una escalinata empedrada que trepaba hacia algún rincón oculto del edificio. La luz dura chocaba con la sombra del arco y creaba ese contraste que a veces funciona mejor que cualquier filtro. En la pared, tres placas metálicas marcaban territorio: “ARKUPEKO ESKAILERAK”, “SAN FRANTZISKO ALDAPA” y “CUESTA DE SAN FRANCISCO”. Ya solo con eso, la escena tenía anclaje. Esperé. A veces no pasa nada, y te tragas tus expectativas. Pero esta vez no. Dos hombres mayores entraron en cuadro, en dir...

Fotografiar la Cueva de Pozalagua.

Imagen
      En el norte de España, concretamente en el País Vasco, se encuentra el valle de Carranza. Allí, escondida entre montañas, yace una joya geológica única en Europa: la cueva de Pozalagua. Su particularidad es que alberga una de las mayores concentraciones de estalactitas excéntricas del mundo, solo superada —según dicen— por alguna cueva en Australia. Ahora bien, ¿qué demonios son las estalactitas excéntricas? Lo habitual en las cuevas es encontrar tres tipos básicos de formaciones de calcita: las estalactitas, que cuelgan del techo como carámbanos de hielo; las estalagmitas, que crecen desde el suelo por la acumulación de gotas con minerales; y las columnas, fruto de la unión entre ambas. Hasta aquí, todo bajo las reglas de la gravedad. Pero las excéntricas van por libre. Son estalactitas que desafían las leyes de la física: crecen en todas direcciones, como si la gravedad les diera igual. El resultado son formaciones caprichosas, retorcidas, casi florales. A día d...

Playa de Barrika y su cola de dragón.

Imagen
     En el mundillo de la fotografía española hay lugares que son como viejos conocidos. Rincones emblemáticos que, por una extraña mezcla de belleza y rutina, todo aficionado acaba retratando tarde o temprano, con encuadres sospechosamente parecidos, cuando no idénticos. Es inevitable, supongo. Alguien, alguna vez, disparó allí una foto memorable, la compartió, se hizo famosa, y desde entonces todos buscamos repetir la jugada, con la secreta ambición de hacerlo mejor que el original. Vanidad humana, ya saben. Ayer mismo, de paso por la playa de Barrika al atardecer, decidí no romper con esta tradición fotográfica. Y allí estaba, claro, esa formación geológica llamada con notable imaginación "cola de dragón". Llegué deprisa, con escaso tiempo y demasiado equipaje: trípode, filtros, y unas botas altas que resultaron tan útiles como un cenicero en una moto, inundándose con la primera ola. Para añadir más pimienta al asunto, coincidí con otro fotógrafo en plena faena. Y aunq...

Jaizkibel, una excursión foto-geológica al valle de los colores

Imagen
Hay que ver lo poco que conocemos —y peor aún, lo poco que valoramos— lo que tenemos al lado de casa. Nos cruzamos medio planeta para admirar géiseres, volcanes y parques geotérmicos en Islandia, Estados Unidos o Indonesia, como si lo exótico tuviera más mérito solo por estar lejos. Y mientras tanto, muchos ni sospechan que aquí, en la península ibérica, tenemos un tesoro geológico único en el mundo: Jaizkibel Labetxu, también conocido como el Valle de los Colores. Un nombre que, para ser justos, no exagera. Situado en la costa vasca, entre Lezo y Hondarribia, este lugar alberga la mayor y mejor conservada concentración de  Paramoudras  que se conoce. ¿Que qué son las Paramoudras? Pues fósiles de cavidades o tubos donde vivían antiguos bichos marinos, tipo gusanos gigantes o poliquetos con mala leche. No suena muy glamuroso, pero visualmente es una maravilla. Además de esas estructuras fósiles, el valle está lleno de formaciones de arenisca con formas y colores tan surrealista...

Cigüeñas, momentos íntimos

Imagen
Las cigüeñas blancas, esas aves tan familiares que en muchas poblaciones de España vemos como quien ve farolas, probablemente sean de las especies más fáciles de fotografiar. No huyen, no se esconden y, si hay suerte, hasta posan. Este invierno, dando un paseo por un parque cercano a casa, me detuve un buen rato a observar el ir y venir de una pareja. Mientras una iba a buscar ramitas con la diligencia de quien hace la compra semanal, la otra se quedaba custodiando el nido, en modo centinela. Lo más llamativo fue el efusivo saludo que se dan al reencontrarse: el célebre  crotoreo , ese traqueteo sonoro que producen al entrechocar los picos, acompañado de un peculiar baile que parece sacado de un ritual tribal. Días después volví, esta vez con la cámara en ristre, dispuesto a capturar la escena. Y me llevé una grata sorpresa: no solo presencié el numerito del crotoreo, sino que, con toda la naturalidad del mundo, me ofrecieron una demostración práctica de cómo se hacen los cigoñinos...