Paisajes de montaña en blanco y negro. V
El lugar: uno de los lagos de Colomers. El Lac Long, para ser exactos. Nombre corto, presencia larga. Una lámina de agua al norte del tiempo, rodeada de piedra, bosque y ese silencio que te cala más que la humedad. No hay barandillas, ni wifi, ni promesas. Solo aire fino y esa sensación de que el mundo, en realidad, no te necesita para nada.
Cuatro tomas verticales, ensambladas como las vértebras de un animal prehistórico. Un monstruo dormido. Lightroom hace lo que puede, pero la verdad de esta escena no se edita: se sufre, se camina, se espera. Y a veces, si uno tiene suerte, se captura.
Junto a la orilla, apenas visible, está mi compañero de excursión. Se alejó en silencio para hacer sus propias fotos, buscando su encuadre, su momento. Cada uno en lo suyo, como si el paisaje también nos separara a propósito, poniéndonos a prueba. Me gusta pensar que él también encontró algo ahí, aunque no se diga.
Porque esa es la gracia. Fotografiar montaña no es capturar belleza: es registrar la brutal indiferencia de un paisaje que estaba ahí antes de ti y seguirá después. Y el blanco y negro lo deja claro. No hay distracciones. No hay maquillaje. Solo la textura de la roca, el trazo fino del sendero, el cielo a punto de romperse en tormenta y tú, mirando, tratando de entender un idioma que no hablas.
Si os habéis quedado con ganas de más piedra, niebla y silencio, aquí tenéis los enlaces a las otras entregas de esta serie en blanco y negro.
Paisajes de montaña en blanco y negro I
Paisajes de montaña en blanco y negro II
Paisajes de montaña en blanco y negro III
Paisajes de montaña en blanco y negro IV