Atardecer en el templo de Pre Rup
Llegué en tuk-tuk, claro. No iba a cruzarme media jungla a pata como un arqueólogo de los años 30. El conductor era un tipo menudo con una sonrisa permanente y un repertorio básico de español aprendido de turistas: “¡Cristiano Ronaldo, muy bueno!” Asentí con convicción, aunque me da igual el fútbol. Pero nací en Sevilla, y allí no se elige. Allí, cuando un niño nace, antes de saber andar ya le han hecho del Betis o del Sevilla. No como en Córdoba o en Soria, donde se reparten entre el Madrid y el Barça como si fueran marcas de yogur. La carretera se fue transformando en tierra, la tierra en polvo, y el polvo en piedra. Y ahí estaba Pre Rup. Un templo de ladrillo rojizo, sólido, sin florituras. Parecía más una fortaleza que un santuario. Dicen que fue construido para Shiva, pero con tantos dioses, reyes y reformas, quién sabe. Durante años se creyó que aquí se cremaban cuerpos. Pero nada. Otro malentendido romántico. Lo que parece una pira funeraria es solo la base de una ...