La advertencia de Chinchero.
En Chinchero, en pleno corazón de los Andes peruanos, aprendí dos cosas: que la lana no es solo abrigo, y que hay frases que te persiguen más lejos que el eco. Estábamos mi mujer y yo en un pequeño taller artesanal gestionado por mujeres indígenas. De esos espacios que combinan cultura, economía local y la incomodidad silenciosa de saber que probablemente te vas a ir sin comprar nada. Una chica joven nos recibió con una sonrisa paciente y una explicación impecable: cómo lavaban la lana, cómo usaban tintes naturales —corteza, raíces, insectos— y cómo hilaban a mano, con técnicas que probablemente existían antes de que Europa se enterara de que había otro continente. Todo tenía un ritmo lento, pausado, como si el tiempo en ese lugar siguiera reglas distintas. Al terminar, nos guió hacia una mesa con bufandas, ponchos, gorros y calcetines. Y entonces soltó la frase: — Este huesito que usamos pa’ trabajar la lana era de un turista alemán que se fue sin comprar nada, pues. Lo dij...