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Mostrando las entradas etiquetadas como Perú

La advertencia de Chinchero.

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  En Chinchero, en pleno corazón de los Andes peruanos, aprendí dos cosas: que la lana no es solo abrigo, y que hay frases que te persiguen más lejos que el eco. Estábamos mi mujer y yo en un pequeño taller artesanal gestionado por mujeres indígenas. De esos espacios que combinan cultura, economía local y la incomodidad silenciosa de saber que probablemente te vas a ir sin comprar nada. Una chica joven nos recibió con una sonrisa paciente y una explicación impecable: cómo lavaban la lana, cómo usaban tintes naturales —corteza, raíces, insectos— y cómo hilaban a mano, con técnicas que probablemente existían antes de que Europa se enterara de que había otro continente. Todo tenía un ritmo lento, pausado, como si el tiempo en ese lugar siguiera reglas distintas. Al terminar, nos guió hacia una mesa con bufandas, ponchos, gorros y calcetines. Y entonces soltó la frase: — Este huesito que usamos pa’ trabajar la lana era de un turista alemán que se fue sin comprar nada, pues. Lo dij...

El misterio de Sacsayhuamán.

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  Camino despacio por entre las piedras, sintiendo bajo mis zapatillas el polvo que siglos atrás fue pisado por hombres de rostros duros y manos curtidas. Las murallas colosales de Sacsayhuamán se alzan frente a mí, desafiantes, soberbias, como si aún guardaran secretos. El atardecer lima los contornos de las rocas gigantescas, modeladas por un artesano cuya precisión escapa a toda lógica. Me acerco a una de ellas y recorro con los dedos la suavidad imposible del corte. ¿Quién fue capaz de esto?, me pregunto, mientras el obturador de mi cámara captura el misterio. Pienso en las teorías de libros viejos y títulos llamativos que, en las noches de mi adolescencia, solían llenar mi imaginación. Extraterrestres, dicen unos; conocimientos olvidados, susurran otros. Me sonrío con cierta ironía. Siempre he creído que hay más verdad en las dudas que en las certezas absolutas. Pero aquí, frente a esta fortaleza inexplicable, la duda se vuelve densa, pesada como estas mismas piedras. ¿Cómo se...

El Monasterio de Santa Catalina de Siena, Arequipa.

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Si alguna vez pasas por Arequipa —y tienes más curiosidad que prisa— no dejes de visitar el Monasterio de Santa Catalina. No es solo una parada turística en esta ciudad peruana, es una joya de la arquitectura colonial que se mantiene en pie con la dignidad de quien ha visto siglos pasar. Y si te gusta la fotografía, como a mí, es prácticamente un escenario montado para jugar con la luz, el color y las texturas. Es imposible no disparar el obturador. El monasterio mezcla arquitectura española (con ese toque andalusí) y elementos peruanos, creando un diálogo visual que alterna entre sombras profundas y colores intensos. Hay muros que parecen pintados con fuego y cielo que parece robado a un cuadro de Sorolla. Pero lo que más me sorprendió fue lo que sentí: una especie de familiaridad desubicada. Nunca estando tan lejos de mi tierra me sentí tan cerca. Y es que muchas calles del monasterio llevan nombres de ciudades españolas: Sevilla —mi ciudad—, Córdoba, Málaga, Granada, Toledo, Burgo...

Día de Todos Los Santos, (fotografiar en cementerios).

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 Se acerca el Día de Todos los Santos, esa jornada en la que, por tradición o costumbre, uno rinde memoria a quienes ya no están. Los cementerios se llenan de flores frescas, de murmullos discretos, de miradas bajas. Confieso que, más allá del ritual y el respeto debido, estos lugares ejercen sobre mí un magnetismo especial, tal vez porque llevo la cámara al cuello como quien empuña una pluma afilada, atento siempre a los detalles, al arte silencioso que custodian esas ciudades dormidas. Porque no se engañen, un cementerio es mucho más que un simple depósito de recuerdos y nostalgias. Es un museo al aire libre, un territorio cargado de historia, arquitecturas soberbias y esculturas que cuentan historias mudas de vida, muerte y eternidad. Allí, entre lápidas y mausoleos, se esconde un patrimonio artístico que trasciende épocas y modas, secretos grabados en piedra que, si uno sabe mirar, susurran al oído del visitante atento. En los últimos tiempos se ha puesto en boga lo que algunos...

La Fiesta de San Antonio de Padua en Callalli, Perú.

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 Callalli es un pequeño pueblo perdido en las alturas del sur de Perú, en la provincia de Caylloma, donde el viento corta y la vida transcurre al ritmo pausado de quienes han aprendido a resistir el tiempo. Allí, entre montañas que parecen talladas a cuchillo, la devoción a San Antonio de Padua, aquel fraile franciscano que en vida predicó con el fervor de los iluminados, se mantiene intacta como un ancla al pasado. Cada año, a mediados de junio, el pueblo se viste de fiesta. Durante los días 12 y 13, Callalli se entrega por completo a su patrón. La celebración es una mezcla de fe, algarabía y tradición. Hay comidas abundantes, misas solemnes, corridas de toros al más puro estilo andino y, por supuesto, la gran procesión. Allí, la imagen del santo recorre la plaza principal en andas, al compás de una banda que lo mismo interpreta marchas de recogimiento que desata un jolgorio desbordante con ritmos más festivos. Todo, claro, regado con chicha y el entusiasmo de los devotos. Y fue a...

Fotografiar la montaña Arcoíris y sobrevivir a un accidente.

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Seguro que muchos ya la habrán visto en esas redes sociales infestadas de fotos retocadas, colores saturados hasta la náusea y poses idénticas: hablo de la famosa montaña Vinicunca, más conocida como la montaña Arcoíris o de los Siete Colores, situada en la Cordillera del Vilcanota, allá por Pitumarca, en Perú, a 5.200 metros de altitud. Un lugar que se ha vuelto moda obligada en los últimos años, gracias, precisamente, a la peculiaridad cromática de sus laderas: franjas fucsias, turquesas, lavanda y doradas, como pintadas por un artista delirante. Cada uno de esos colores tiene su razón de ser, claro, nada de magia ni cuentos andinos: El rosado o fucsia, de arcilla rosa mezclada con arena y fangolitas. El blanquecino, por arenisca de cuarzo y piedra caliza. El morado o lavanda, mezcla fina de arcilla, carbonato de calcio y silicatos. El rojo, puro hierro oxidado entre arcillas y argilitas. El verde, combinación curiosa de hierro, magnesio y óxido de cobre. Y esos pardos amarillentos, ...