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Mostrando las entradas etiquetadas como geología

Fotografiar la Cueva de Pozalagua.

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      En el norte de España, concretamente en el País Vasco, se encuentra el valle de Carranza. Allí, escondida entre montañas, yace una joya geológica única en Europa: la cueva de Pozalagua. Su particularidad es que alberga una de las mayores concentraciones de estalactitas excéntricas del mundo, solo superada —según dicen— por alguna cueva en Australia. Ahora bien, ¿qué demonios son las estalactitas excéntricas? Lo habitual en las cuevas es encontrar tres tipos básicos de formaciones de calcita: las estalactitas, que cuelgan del techo como carámbanos de hielo; las estalagmitas, que crecen desde el suelo por la acumulación de gotas con minerales; y las columnas, fruto de la unión entre ambas. Hasta aquí, todo bajo las reglas de la gravedad. Pero las excéntricas van por libre. Son estalactitas que desafían las leyes de la física: crecen en todas direcciones, como si la gravedad les diera igual. El resultado son formaciones caprichosas, retorcidas, casi florales. A día d...

Hverir, fotografiando entre fumarolas

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 Hverir es una de esas zonas geotermales del norte islandés que parecen diseñadas expresamente para recordarnos lo frágiles y pequeños que somos frente a la fuerza brutal de la naturaleza. Un paisaje marciano, infernal si se quiere, que despliega sin pudor sus tonos ocres, rojos y amarillentos, mezclados con fumarolas silbantes, solfataras humeantes y charcos de lodo hirviente que borbotean como el caldo en una marmita del diablo. Un sitio extraordinario para pasear, desde luego, siempre y cuando uno sea capaz de soportar estoicamente el hedor a azufre que lo impregna todo. Ese olor intenso, penetrante, que se pega a la ropa y al alma con obstinación, recordando al visitante en cada inspiración que camina literalmente sobre las entrañas humeantes del planeta. Conviene, además, no distraerse demasiado: el suelo está delimitado por senderos muy claros, y no es por capricho. Salirse del camino implica jugar a la ruleta rusa con la suerte, arriesgarse a hundir un pie en barro hirviendo...

Jaizkibel, una excursión foto-geológica al valle de los colores

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Hay que ver lo poco que conocemos —y peor aún, lo poco que valoramos— lo que tenemos al lado de casa. Nos cruzamos medio planeta para admirar géiseres, volcanes y parques geotérmicos en Islandia, Estados Unidos o Indonesia, como si lo exótico tuviera más mérito solo por estar lejos. Y mientras tanto, muchos ni sospechan que aquí, en la península ibérica, tenemos un tesoro geológico único en el mundo: Jaizkibel Labetxu, también conocido como el Valle de los Colores. Un nombre que, para ser justos, no exagera. Situado en la costa vasca, entre Lezo y Hondarribia, este lugar alberga la mayor y mejor conservada concentración de  Paramoudras  que se conoce. ¿Que qué son las Paramoudras? Pues fósiles de cavidades o tubos donde vivían antiguos bichos marinos, tipo gusanos gigantes o poliquetos con mala leche. No suena muy glamuroso, pero visualmente es una maravilla. Además de esas estructuras fósiles, el valle está lleno de formaciones de arenisca con formas y colores tan surrealista...