La hora azul del Puente Nuevo de Ronda

Hace unos días, por fin disparé una de esas fotos que tenía pendientes desde hace años: el Puente Nuevo de Ronda, justo en la hora azul. Ese instante caprichoso en el que el día se resiste a morir y la noche aún no se atreve a entrar del todo. El cielo se vuelve de un azul imposible, como de postal manipulada, pero real. Tan real como el peso del trípode que cargué hasta el punto de la toma.

No era una foto cualquiera. Era una cuenta pendiente. Una especie de reconciliación entre lo que fui y lo que soy. Porque hace muchos años, cuando aún llevaba el pelo rapado y las botas bien lustradas, estuve destinado en Ronda, en la XIX Bandera de Operaciones Especiales de la Legión. De aquellos días me queda el olor a pólvora, la disciplina a gritos y la memoria muscular de haber subido decenas de veces desde el valle hasta el pueblo corriendo, con el puente allá arriba, como un coloso de piedra que me vigilaba sin pestañear.

Aquella estructura era el final del sufrimiento físico y el principio del castigo psicológico: llegar arriba no era descansar, era prepararte para lo que venía después. Pero con el tiempo, el Puente Nuevo dejó de ser un obstáculo y pasó a convertirse en símbolo. No sé de qué exactamente. ¿De resistencia? ¿De orgullo? ¿De cabezonería?

El otro día, al hacer la foto, esperé la luz como se espera a un viejo amigo: con paciencia y algo de miedo. El viento cortaba y el dedo índice se entumecía, pero cuando la cámara hizo clic, supe que algo se cerraba ahí. La imagen salió como la imaginaba. Perfecta, aunque no por la técnica. Lo era por el momento. Por todo lo que no se ve en el encuadre: sudor, juventud, distancia, memoria.

Han pasado más de 25 años y el puente sigue ahí, inmutable, como si se riera en piedra de nuestra fragilidad. Pero alrededor, todo ha cambiado. Donde antes corría en soledad ahora hay una riada de turistas —muchos orientales— que esperan, móvil en mano, el instante exacto para su foto. Uno incluso me preguntó, al ver mi equipo, a qué hora se encendía la iluminación del puente, como si yo fuera parte del espectáculo. Sonreí. No era la primera vez que alguien confundía pasión con oficio.

Las cosas han cambiado, sí. Pero yo seguía allí, en silencio, congelando un momento que llevaba más de dos décadas esperando.

Puente Nuevo de Ronda, Andalucía, abril 2025
Nikon D-810, Nikon 50 mm. f/1.8
Apertura f/11 Obturación 13s. ISO 64


Entradas populares

Material: Filtro Golden Blue de Singh Ray.

Jaizkibel, una excursión foto-geológica al valle de los colores

Fotografiando un día de esquí

Fotografiar la montaña Arcoíris y sobrevivir a un accidente.

Fotografiando milanos en España