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Pescador de etnia Intha en el Lago Inle.

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  Una visita imprescindible en Myanmar (aunque yo prefiero llamarla Birmania, porque suena más épico) es el Lago Inle, hogar de más de 200 aldeas de la etnia Intha, conocidos como "los hijos del lago". Recorrer el lago en bote es toda una experiencia: se visitan aldeas flotantes, talleres de artesanos y pagodas. Pero lo que realmente roba el protagonismo son sus pescadores y su peculiar técnica de pesca. La versión clásica de la pesca en Inle parece sacada de un espectáculo: los pescadores manejan la barca con una pierna mientras, con las manos libres, lanzan una red o una nasa cónica. La estampa es casi circense, pero de una elegancia indiscutible. Eso sí, en los últimos años, esta pesca se ha convertido en un espectáculo para turistas. Muchos pescadores han dejado de pescar para ganarse la vida posando en equilibrio perfecto, con sus ropas tradicionales y su red en el aire, esperando los flashes y unos cuantos dólares. Mientras tanto, los que realmente trabajan visten ch...

Un paseo por Orbaneja del Castillo y su manantial.

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Orbaneja del Castillo: donde el agua manda Orbaneja del Castillo es uno de esos rincones que parece sacado de un cuento —pero sin la ñoñería. Está en Burgos, en plena comarca de Páramos, Castilla y León. Pequeño, de piedra, agarrado a la roca y con una cascada que parte el pueblo en dos como si el mismísimo río Ebro lo hubiese querido firmar con su nombre. La cascada no es cualquier charco con pretensiones. Aquí un pequeño arroyo que desemboca en el Ebro se despeña por el centro del pueblo, creando una escena tan surrealista como hermosa. No es casualidad que esté declarada Monumento Natural de Castilla y León. Si vas, lleva cámara. Y si no, ni lo intentes explicar con palabras. Consejos fotográficos (para no volver con 200 fotos mal expuestas): Cielo nublado = tu mejor aliado.  La luz difusa evita los reflejos molestos en el agua y las sombras duras de la vegetación. Nada de cielos despejados y solazo, a no ser que quieras una pelea a puñetazos con el histograma. Trípode, sí o sí....

Rocamadour, un pueblo en la roca.

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Rocamadour es uno de esos sitios que parecen sacados directamente de una novela antigua, enclavado orgullosamente sobre el abismo del río Alzou, como si la mano firme de algún dios caprichoso lo hubiese puesto allí para desafiar eternamente al vértigo y al olvido. En lo alto, clavado en roca caliza y siglos de historia, este lugar ejerce todavía hoy una poderosa atracción sobre peregrinos y viajeros, que llegan buscando algo más que simples postales. Aquí arriba, en medio de capillas que susurran plegarias y santuarios que guardan secretos centenarios, uno entiende que la fe puede tener tantas formas como piedras hay en sus caminos. Desde la Capilla de Notre-Dame hasta las iglesias de Saint-Sauveur y Saint-Amadour, todo en Rocamadour habla de espiritualidad resistente al paso de los siglos, narrando una historia que se respira a cada paso. Coronando todo ello, el castillo vigila imperturbable desde las alturas, ofreciendo vistas que cortan el aliento, con valles y montañas desplegados ...

Paisajes de montaña en blanco y negro. II

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  El Montardo es, sin duda, una de las montañas más emblemáticas del Valle de Arán. Con sus 2.833 metros no entra en el club de los gigantes del Pirineo, pero compensa con una de las vistas más espectaculares sobre el valle. Su ubicación, en la cabecera del Valle de Valartíes, lo convierte en protagonista indiscutible cuando se contempla desde Artíes, donde se alza imponente sobre el pueblo. En esta ocasión lo fotografié desde una pista forestal que serpentea por la ladera de otra montaña icónica de la zona: La Salana . Incluí en el encuadre una cabaña-refugio de pastores para añadir profundidad y generar una diagonal visual que guiara la mirada hasta el Montardo. A veces, un tejado bien puesto hace más por la composición que mil palabras. Como suele ocurrirme cuando la luz no acompaña en color —porque hay días que el cielo parece tener resaca—, opté por el blanco y negro. Así, pude resaltar las texturas: las nubes cargadas de dramatismo, el follaje que casi cruje en la imagen, y...

Aves al final del otoño.

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Este año no he podido salir a fotografiar los colores del otoño por motivos de trabajo. Así que, antes de que la estación se me escapara del todo, me he dado una escapada a Crémenes, en las estribaciones del Parque Regional de los Picos de Europa, para disfrutar un par de días en los escondites fotográficos que algunas empresas gestionan por la zona. Allí he tenido la suerte de fotografiar una pareja de águilas reales, un ratonero y un buen puñado de páridos y pícidos, con esos fondos de tonos cálidos que el otoño regala sin pedir permiso. Una delicia visual, aunque te lo sirvan tras horas de espera y en silencio sepulcral. Este enlace os lleva a otro artículo que publiqué hace unos meses sobre el águila real:  Fotografiando el Águila real, una joya de nuestra fauna. Aquí os dejo algún instante de las dos sesiones que hice. Águila real ibérica, (Aquila chrysaetos), Crémenes (León), diciembre 2022 Nikon D-810, Nikon 400 mm. f/2.8 Apertura f/4 Obturación 1/1000s. ISO 200 Busardo rato...

Día de Todos Los Santos, (fotografiar en cementerios).

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 Se acerca el Día de Todos los Santos, esa jornada en la que, por tradición o costumbre, uno rinde memoria a quienes ya no están. Los cementerios se llenan de flores frescas, de murmullos discretos, de miradas bajas. Confieso que, más allá del ritual y el respeto debido, estos lugares ejercen sobre mí un magnetismo especial, tal vez porque llevo la cámara al cuello como quien empuña una pluma afilada, atento siempre a los detalles, al arte silencioso que custodian esas ciudades dormidas. Porque no se engañen, un cementerio es mucho más que un simple depósito de recuerdos y nostalgias. Es un museo al aire libre, un territorio cargado de historia, arquitecturas soberbias y esculturas que cuentan historias mudas de vida, muerte y eternidad. Allí, entre lápidas y mausoleos, se esconde un patrimonio artístico que trasciende épocas y modas, secretos grabados en piedra que, si uno sabe mirar, susurran al oído del visitante atento. En los últimos tiempos se ha puesto en boga lo que algunos...

Día Mundial de la Fotografía 2022.

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Ya sabéis que cada día del año se celebra algo, y hoy, 19 de agosto, le toca a la fotografía. Siendo este un blog dedicado principalmente a ella, no podía dejar pasar la ocasión de recordarlo y celebrarlo con vosotros. ¿Por qué hoy y no cualquier otro día? Pues porque un 19 de agosto de 1839, un tal Louis-Jacques Daguerre presentó ante la Academia de Ciencias de Francia el daguerrotipo, un invento revolucionario capaz de capturar imágenes y dar inicio a la fotografía tal como la conocemos. Así que ya sabéis, si sois amantes de la fotografía como yo, hoy es un buen día para salir a hacer fotos, visitar una exposición, leer un buen libro sobre el tema o compartir vuestras imágenes en redes. ¡Que no se quede solo en teoría! Feliz Día Mundial de la Fotografía 2022 Autorretrato, Valle de Arán , 2017 Nikomat, 50 mm. f/2.8 Kodak T-max 400

La Fiesta de San Antonio de Padua en Callalli, Perú.

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 Callalli es un pequeño pueblo perdido en las alturas del sur de Perú, en la provincia de Caylloma, donde el viento corta y la vida transcurre al ritmo pausado de quienes han aprendido a resistir el tiempo. Allí, entre montañas que parecen talladas a cuchillo, la devoción a San Antonio de Padua, aquel fraile franciscano que en vida predicó con el fervor de los iluminados, se mantiene intacta como un ancla al pasado. Cada año, a mediados de junio, el pueblo se viste de fiesta. Durante los días 12 y 13, Callalli se entrega por completo a su patrón. La celebración es una mezcla de fe, algarabía y tradición. Hay comidas abundantes, misas solemnes, corridas de toros al más puro estilo andino y, por supuesto, la gran procesión. Allí, la imagen del santo recorre la plaza principal en andas, al compás de una banda que lo mismo interpreta marchas de recogimiento que desata un jolgorio desbordante con ritmos más festivos. Todo, claro, regado con chicha y el entusiasmo de los devotos. Y fue a...

Atardecer en el Lago Taungthaman.

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Cerca de Mandalay, en la ciudad de Amarapura, se encuentra el puente de teca más antiguo del mundo: U Bein. Con sus 1.200 metros de longitud, cruza el Lago Taungthaman y sirve de pasarela diaria para los lugareños.  Este puente es un imán tanto para los birmanos como para los viajeros, convertido ya en una de las grandes atracciones turísticas del país. Ahora bien, si nos ponemos exquisitos, arquitectónicamente no es nada del otro mundo. Quitando el detalle de que mide más de un kilómetro (lo cual no es poca cosa), no deja de ser una pasarela de madera sobre un lago. Pero lo que sí es espectacular es el atardecer reflejándose en el agua. Eso sí, si esperas cruzarlo en paz, mejor olvídalo: al atardecer suele estar abarrotado de turistas cazando la mejor foto. Lo ideal es jugar con la perspectiva y capturar el entorno en la luz dorada del ocaso. En 2017, tuve la suerte de estar allí y aprovechar la aparición de unos chicos en una barca para componer una imagen preciosa con el puent...

Historia tras la foto: La inteligencia del capuchino cara blanca.

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 Permítanme presentarles al Cebus capucino, conocido entre la gente corriente como mono capuchino cara blanca. Lo retraté desde la balconada de un hotel en Punta Quepos, muy cerca del Parque Nacional Manuel Antonio, allá en Costa Rica. Cada mañana, café en mano y sonriendo discretamente, observaba el ritual repetido entre camareros y monos. Los primeros intentaban preparar las mesas del desayuno con un ojo puesto en el mantel y otro en los árboles, desde donde estos ladronzuelos planeaban su próximo golpe. Azucarillos, saleros, pimienta; cualquier botín era bueno para ellos. Y cuando la gente bajaba a desayunar, los monos subían el nivel del juego, birlando croissants, bollos o cualquier otro manjar despistado. Un baile diario entre astucia humana y descaro animal que, huelga decir, ganaban casi siempre los monos. Pero hubo una mañana en la que, extrañamente, no apareció ninguno de aquellos pequeños delincuentes. Preguntamos sorprendidos y los camareros, con aire conocedor, explica...

Fotografiar la montaña Arcoíris y sobrevivir a un accidente.

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Seguro que muchos ya la habrán visto en esas redes sociales infestadas de fotos retocadas, colores saturados hasta la náusea y poses idénticas: hablo de la famosa montaña Vinicunca, más conocida como la montaña Arcoíris o de los Siete Colores, situada en la Cordillera del Vilcanota, allá por Pitumarca, en Perú, a 5.200 metros de altitud. Un lugar que se ha vuelto moda obligada en los últimos años, gracias, precisamente, a la peculiaridad cromática de sus laderas: franjas fucsias, turquesas, lavanda y doradas, como pintadas por un artista delirante. Cada uno de esos colores tiene su razón de ser, claro, nada de magia ni cuentos andinos: El rosado o fucsia, de arcilla rosa mezclada con arena y fangolitas. El blanquecino, por arenisca de cuarzo y piedra caliza. El morado o lavanda, mezcla fina de arcilla, carbonato de calcio y silicatos. El rojo, puro hierro oxidado entre arcillas y argilitas. El verde, combinación curiosa de hierro, magnesio y óxido de cobre. Y esos pardos amarillentos, ...

Playa de Barrika y su cola de dragón.

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     En el mundillo de la fotografía española hay lugares que son como viejos conocidos. Rincones emblemáticos que, por una extraña mezcla de belleza y rutina, todo aficionado acaba retratando tarde o temprano, con encuadres sospechosamente parecidos, cuando no idénticos. Es inevitable, supongo. Alguien, alguna vez, disparó allí una foto memorable, la compartió, se hizo famosa, y desde entonces todos buscamos repetir la jugada, con la secreta ambición de hacerlo mejor que el original. Vanidad humana, ya saben. Ayer mismo, de paso por la playa de Barrika al atardecer, decidí no romper con esta tradición fotográfica. Y allí estaba, claro, esa formación geológica llamada con notable imaginación "cola de dragón". Llegué deprisa, con escaso tiempo y demasiado equipaje: trípode, filtros, y unas botas altas que resultaron tan útiles como un cenicero en una moto, inundándose con la primera ola. Para añadir más pimienta al asunto, coincidí con otro fotógrafo en plena faena. Y aunq...

Visita al Museo Vasa.

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     Hoy visitaremos uno de los museos náuticos más importantes del mundo y, por supuesto, intentaremos hacer un pequeño fotorreportaje en un lugar que no pone las cosas fáciles. Fotografiar el navío de guerra Vasa es todo un reto: la luz es escasa y cálida, el barco es enorme y el espacio, bastante reducido. Vamos, todo lo que un fotógrafo sueña… si su sueño es complicarse la vida. HISTORIA Si hubiera un premio al mayor desastre náutico de la historia, el Vasa se lo llevaría de calle. Este majestuoso barco de guerra, cargado de adornos y pretensiones, fue construido por orden del rey Gustavo II Adolfo de Suecia en el siglo XVII. Y aquí viene lo divertido: el 10 de agosto de 1628, con toda la pompa y ceremonia del momento, el Vasa se echó al agua… y se hundió como una piedra en menos de veinte minutos. Y no en mitad del océano, no. Se fue a pique delante del mismísimo rey y de todos sus ilustres invitados. Un espectáculo inolvidable, aunque no por las razones que esperaba...