Historia tras la foto: La inteligencia del capuchino cara blanca.

 Permítanme presentarles al Cebus capucino, conocido entre la gente corriente como mono capuchino cara blanca. Lo retraté desde la balconada de un hotel en Punta Quepos, muy cerca del Parque Nacional Manuel Antonio, allá en Costa Rica.

Cada mañana, café en mano y sonriendo discretamente, observaba el ritual repetido entre camareros y monos. Los primeros intentaban preparar las mesas del desayuno con un ojo puesto en el mantel y otro en los árboles, desde donde estos ladronzuelos planeaban su próximo golpe. Azucarillos, saleros, pimienta; cualquier botín era bueno para ellos. Y cuando la gente bajaba a desayunar, los monos subían el nivel del juego, birlando croissants, bollos o cualquier otro manjar despistado. Un baile diario entre astucia humana y descaro animal que, huelga decir, ganaban casi siempre los monos.

Pero hubo una mañana en la que, extrañamente, no apareció ninguno de aquellos pequeños delincuentes. Preguntamos sorprendidos y los camareros, con aire conocedor, explicaron el misterio: era domingo. Y los domingos, parece ser, los turistas se marchan temprano, sin desayunar, directos al Parque Nacional Manuel Antonio. Los monos, listos como ellos solos, sabían bien que en el hotel no había negocio que hacer ese día, así que trasladaban su pandilla al parque, buscando víctimas más abundantes y desprevenidas.

Ya lo ven, hasta los monos saben dónde y cuándo encontrar mejor clientela.



Mono capuchino de cara blanca, (Cebus capuchino), septiembre 2018
Nikon D-810, Sigma 105 mm. f/2.8.
Apertura f/4 Obturación 1/2000s. ISO 2500


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