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Día Mundial de la Fotografía 2022.

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Ya sabéis que cada día del año se celebra algo, y hoy, 19 de agosto, le toca a la fotografía. Siendo este un blog dedicado principalmente a ella, no podía dejar pasar la ocasión de recordarlo y celebrarlo con vosotros. ¿Por qué hoy y no cualquier otro día? Pues porque un 19 de agosto de 1839, un tal Louis-Jacques Daguerre presentó ante la Academia de Ciencias de Francia el daguerrotipo, un invento revolucionario capaz de capturar imágenes y dar inicio a la fotografía tal como la conocemos. Así que ya sabéis, si sois amantes de la fotografía como yo, hoy es un buen día para salir a hacer fotos, visitar una exposición, leer un buen libro sobre el tema o compartir vuestras imágenes en redes. ¡Que no se quede solo en teoría! Feliz Día Mundial de la Fotografía 2022 Autorretrato, Valle de Arán , 2017 Nikomat, 50 mm. f/2.8 Kodak T-max 400

La Fiesta de San Antonio de Padua en Callalli, Perú.

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 Callalli es un pequeño pueblo perdido en las alturas del sur de Perú, en la provincia de Caylloma, donde el viento corta y la vida transcurre al ritmo pausado de quienes han aprendido a resistir el tiempo. Allí, entre montañas que parecen talladas a cuchillo, la devoción a San Antonio de Padua, aquel fraile franciscano que en vida predicó con el fervor de los iluminados, se mantiene intacta como un ancla al pasado. Cada año, a mediados de junio, el pueblo se viste de fiesta. Durante los días 12 y 13, Callalli se entrega por completo a su patrón. La celebración es una mezcla de fe, algarabía y tradición. Hay comidas abundantes, misas solemnes, corridas de toros al más puro estilo andino y, por supuesto, la gran procesión. Allí, la imagen del santo recorre la plaza principal en andas, al compás de una banda que lo mismo interpreta marchas de recogimiento que desata un jolgorio desbordante con ritmos más festivos. Todo, claro, regado con chicha y el entusiasmo de los devotos. Y fue a...

Atardecer en el Lago Taungthaman.

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Cerca de Mandalay, en la ciudad de Amarapura, se encuentra el puente de teca más antiguo del mundo: U Bein. Con sus 1.200 metros de longitud, cruza el Lago Taungthaman y sirve de pasarela diaria para los lugareños.  Este puente es un imán tanto para los birmanos como para los viajeros, convertido ya en una de las grandes atracciones turísticas del país. Ahora bien, si nos ponemos exquisitos, arquitectónicamente no es nada del otro mundo. Quitando el detalle de que mide más de un kilómetro (lo cual no es poca cosa), no deja de ser una pasarela de madera sobre un lago. Pero lo que sí es espectacular es el atardecer reflejándose en el agua. Eso sí, si esperas cruzarlo en paz, mejor olvídalo: al atardecer suele estar abarrotado de turistas cazando la mejor foto. Lo ideal es jugar con la perspectiva y capturar el entorno en la luz dorada del ocaso. En 2017, tuve la suerte de estar allí y aprovechar la aparición de unos chicos en una barca para componer una imagen preciosa con el puent...

Historia tras la foto: La inteligencia del capuchino cara blanca.

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 Permítanme presentarles al Cebus capucino, conocido entre la gente corriente como mono capuchino cara blanca. Lo retraté desde la balconada de un hotel en Punta Quepos, muy cerca del Parque Nacional Manuel Antonio, allá en Costa Rica. Cada mañana, café en mano y sonriendo discretamente, observaba el ritual repetido entre camareros y monos. Los primeros intentaban preparar las mesas del desayuno con un ojo puesto en el mantel y otro en los árboles, desde donde estos ladronzuelos planeaban su próximo golpe. Azucarillos, saleros, pimienta; cualquier botín era bueno para ellos. Y cuando la gente bajaba a desayunar, los monos subían el nivel del juego, birlando croissants, bollos o cualquier otro manjar despistado. Un baile diario entre astucia humana y descaro animal que, huelga decir, ganaban casi siempre los monos. Pero hubo una mañana en la que, extrañamente, no apareció ninguno de aquellos pequeños delincuentes. Preguntamos sorprendidos y los camareros, con aire conocedor, explica...

Fotografiar la montaña Arcoíris y sobrevivir a un accidente.

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Seguro que muchos ya la habrán visto en esas redes sociales infestadas de fotos retocadas, colores saturados hasta la náusea y poses idénticas: hablo de la famosa montaña Vinicunca, más conocida como la montaña Arcoíris o de los Siete Colores, situada en la Cordillera del Vilcanota, allá por Pitumarca, en Perú, a 5.200 metros de altitud. Un lugar que se ha vuelto moda obligada en los últimos años, gracias, precisamente, a la peculiaridad cromática de sus laderas: franjas fucsias, turquesas, lavanda y doradas, como pintadas por un artista delirante. Cada uno de esos colores tiene su razón de ser, claro, nada de magia ni cuentos andinos: El rosado o fucsia, de arcilla rosa mezclada con arena y fangolitas. El blanquecino, por arenisca de cuarzo y piedra caliza. El morado o lavanda, mezcla fina de arcilla, carbonato de calcio y silicatos. El rojo, puro hierro oxidado entre arcillas y argilitas. El verde, combinación curiosa de hierro, magnesio y óxido de cobre. Y esos pardos amarillentos, ...

Playa de Barrika y su cola de dragón.

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     En el mundillo de la fotografía española hay lugares que son como viejos conocidos. Rincones emblemáticos que, por una extraña mezcla de belleza y rutina, todo aficionado acaba retratando tarde o temprano, con encuadres sospechosamente parecidos, cuando no idénticos. Es inevitable, supongo. Alguien, alguna vez, disparó allí una foto memorable, la compartió, se hizo famosa, y desde entonces todos buscamos repetir la jugada, con la secreta ambición de hacerlo mejor que el original. Vanidad humana, ya saben. Ayer mismo, de paso por la playa de Barrika al atardecer, decidí no romper con esta tradición fotográfica. Y allí estaba, claro, esa formación geológica llamada con notable imaginación "cola de dragón". Llegué deprisa, con escaso tiempo y demasiado equipaje: trípode, filtros, y unas botas altas que resultaron tan útiles como un cenicero en una moto, inundándose con la primera ola. Para añadir más pimienta al asunto, coincidí con otro fotógrafo en plena faena. Y aunq...

Visita al Museo Vasa.

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     Hoy visitaremos uno de los museos náuticos más importantes del mundo y, por supuesto, intentaremos hacer un pequeño fotorreportaje en un lugar que no pone las cosas fáciles. Fotografiar el navío de guerra Vasa es todo un reto: la luz es escasa y cálida, el barco es enorme y el espacio, bastante reducido. Vamos, todo lo que un fotógrafo sueña… si su sueño es complicarse la vida. HISTORIA Si hubiera un premio al mayor desastre náutico de la historia, el Vasa se lo llevaría de calle. Este majestuoso barco de guerra, cargado de adornos y pretensiones, fue construido por orden del rey Gustavo II Adolfo de Suecia en el siglo XVII. Y aquí viene lo divertido: el 10 de agosto de 1628, con toda la pompa y ceremonia del momento, el Vasa se echó al agua… y se hundió como una piedra en menos de veinte minutos. Y no en mitad del océano, no. Se fue a pique delante del mismísimo rey y de todos sus ilustres invitados. Un espectáculo inolvidable, aunque no por las razones que esperaba...

Oporto entre copas, clics… y un poco de decadencia.

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  Con ganas de desconectar un rato del bonito desastre global —guerras, crisis energéticas, inflación, desabastecimientos y demás maravillas del siglo XXI— decidimos escaparnos unos días a Oporto. No la conocíamos, pero le teníamos ganas. Siempre es buen momento para huir hacia adelante. La ciudad, a primera vista, tiene pinta de haber sido encantadora no hace tanto. De esas con alma, con carácter, con historia en cada adoquín. Pero, como suele pasar cuando algo gusta demasiado, ha acabado devorada por su propio éxito. El turismo lo ha empapado todo: cafeterías, heladerías, restaurantes… todo con ese regusto a “esto no es para ti, local”. La autenticidad, como los alquileres razonables, parece haberse evaporado. Incluso el precioso Café Imperial, un clásico con solera, hoy es un McDonald’s. Eso sí, “el más bonito del mundo”, dicen. En fin, ironías del progreso. Si os interesa el tema, os dejo un artículo muy recomendable: Oporto, gentrificación de temporada alta . No tiene desper...

Fotografiando piqueros de patas azules en Galápagos: la emoción de ver lo imposible

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       No voy a repetirme otra vez con lo fácil que es fotografiar fauna salvaje en las Islas Galápagos —quien haya leído los posts anteriores ya lo sabe de sobra—, así que hoy me centro en la especie que más ilusión me hacía ver y fotografiar: el piquero de patas azules ( Sula nebouxii ). Sí, ese mismo. Un ave que parece salida directamente de la factoría Disney, con unas patas azul eléctrico que combinan con el pico y un andar torpe que roza lo entrañable. Aquí os dejo algunas imágenes que pude capturar durante las excursiones por las islas. Confieso que me quedé con las ganas de hacer mejores fotos. Justo cuando tuve la mejor oportunidad —luz perfecta, pose de catálogo, fondo de postal— estaba en el agua haciendo esnórquel… y, claro, la cámara bien guardada. Otro motivo más para volver algún día a este rincón del planeta donde la naturaleza, por una vez, parece tener la última palabra. Para los que lleváis la cámara a cuestas: los piqueros suelen encontrarse e...

Fotografiando tortugas gigantes en Galápagos: cara a cara con la historia

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     En el artículo anterior, ya comenté que fotografiar fauna en las Islas Galápagos es casi un regalo. Da igual si llevas una réflex, una compacta o un móvil: aquí, cualquier especie parece dispuesta a posar. Y si encima hablamos de alguna de las subespecies de galápagos gigantes, la cosa se convierte en un juego de niños. El galápago —o tortuga gigante— es, sin discusión, el icono del archipiélago. De hecho, fue este animal el que le dio nombre a las islas. Para verlas de cerca y disfrutar de su presencia, basta con visitar alguno de los centros de cría repartidos por las islas habitadas. En San Cristóbal está la Galapaguera (Centro de Crianza de Tortugas David Rodríguez); en Isabela, el Centro de Crianza de Tortugas de Pozo Villamil; y en Santa Cruz, lugares como el Rancho Primicias, el Rancho El Chato o la Estación Científica Charles Darwin. Además, no es raro encontrarlas en libertad durante algunas de las excursiones. Vamos, que si no ves una tortuga gigante en ...

Fotografiando iguanas marinas en Galápagos: cuando el mundo salvaje te ignora con confianza

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Caminar entre iguanas sin que se inmuten es una experiencia que te desarma. No estás invadiendo su espacio, estás dentro de él. Y en Galápagos, eso ocurre sin trucos, sin zoom extremo y sin esconderte tras una roca.      Desde que vi por primera vez el trabajo de Sebastião Salgado en su proyecto Génesis , supe que, tarde o temprano, acabaría viajando a las Islas Galápagos. Quería ver in situ esas maravillas que Darwin describió en sus diarios y que, siglos después, Salgado capturó con una maestría que roza lo sagrado. Las también llamadas Islas Encantadas —nombre que les dieron los navegantes del siglo XVI al toparse con su fauna y flora fantásticas— son, sin duda, el lugar donde más he sentido esa convivencia casi utópica entre el ser humano y el mundo animal. Para alguien como yo, que vive en España, donde para fotografiar a un zorro tienes que disfrazarte de arbusto, reptar durante horas y rezar para que no te multen por invadir una zona protegida, pasear por los mal...