Fotografiando piqueros de patas azules en Galápagos: la emoción de ver lo imposible
No voy a repetirme otra vez con lo fácil que es fotografiar fauna salvaje en las Islas Galápagos —quien haya leído los posts anteriores ya lo sabe de sobra—, así que hoy me centro en la especie que más ilusión me hacía ver y fotografiar: el piquero de patas azules (Sula nebouxii).
Sí, ese mismo. Un ave que parece salida directamente de la factoría Disney, con unas patas azul eléctrico que combinan con el pico y un andar torpe que roza lo entrañable.
Aquí os dejo algunas imágenes que pude capturar durante las excursiones por las islas. Confieso que me quedé con las ganas de hacer mejores fotos. Justo cuando tuve la mejor oportunidad —luz perfecta, pose de catálogo, fondo de postal— estaba en el agua haciendo esnórquel… y, claro, la cámara bien guardada.
Otro motivo más para volver algún día a este rincón del planeta donde la naturaleza, por una vez, parece tener la última palabra.
Para los que lleváis la cámara a cuestas: los piqueros suelen encontrarse en zonas rocosas cerca de la costa, donde descansan o se exhiben en pleno cortejo. No son especialmente esquivos, pero conviene acercarse con calma y sin invadir su espacio. Un teleobjetivo entre 200 y 400 mm es más que suficiente. Si estás disparando desde una lancha, sube la velocidad de obturación a 1/1000 o más. Y si estás en el agua… bueno, ya sabes: o foto, o chapuzón. Todo no se puede.
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Piquero al vuelo, noviembre 2021 Nikon D-810, Sigma Art 24-105 mm. f/4 a 95 mm. Apertura f/4 Obturación 1/1000s. ISO 200 |
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Piqueros patiazules, noviembre 2021 Nikon D-810, Sigma Art 24-105 mm. f/4 a 105 mm. Apertura f/16 Obturación 1/320s. ISO 400 |
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Piquero de patas azules, (Sula nebouxi), noviembre 2021 Nikon D-810, Nikon 70-200 mm. f/2.8 a 200 mm. Apertura f/2.8 Obturación 1/64os. ISO 64 |
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Polluelo de Piquero de patas azules, (Sula nebouxi), noviembre 2021 Nikon D-810, Nikon 70-200 mm. f/2.8 a 70 mm. Apertura f/8 Obturación 1/640 s. ISO 560 |
Galápagos no es solo un destino fotográfico. Es una lección constante de humildad, de respeto y de asombro. Allí los animales no huyen, no se esconden ni te temen. Te ignoran con la serenidad de quien sabe que tú eres el invitado.
He fotografiado iguanas que se cruzan contigo como si nada, tortugas que avanzan al ritmo de las eras geológicas, y aves con patas azules que parecen diseñadas por un niño con acceso a Pantone.
Pero también me he quedado con fotos por hacer, momentos que se escaparon por no tener la cámara, por estar en el agua, por simplemente estar viviendo.
Y quizá por eso lo más valioso no es lo que capturé, sino lo que me falta por capturar.
Volveré. Porque a veces, las mejores imágenes son las que aún no has disparado.