La advertencia de Chinchero.

 

En Chinchero, en pleno corazón de los Andes peruanos, aprendí dos cosas: que la lana no es solo abrigo, y que hay frases que te persiguen más lejos que el eco.

Estábamos mi mujer y yo en un pequeño taller artesanal gestionado por mujeres indígenas. De esos espacios que combinan cultura, economía local y la incomodidad silenciosa de saber que probablemente te vas a ir sin comprar nada.

Una chica joven nos recibió con una sonrisa paciente y una explicación impecable: cómo lavaban la lana, cómo usaban tintes naturales —corteza, raíces, insectos— y cómo hilaban a mano, con técnicas que probablemente existían antes de que Europa se enterara de que había otro continente. Todo tenía un ritmo lento, pausado, como si el tiempo en ese lugar siguiera reglas distintas.

Al terminar, nos guió hacia una mesa con bufandas, ponchos, gorros y calcetines. Y entonces soltó la frase:

Este huesito que usamos pa’ trabajar la lana era de un turista alemán que se fue sin comprar nada, pues.

Lo dijo con tono liviano, casi alegre. Nos reímos, claro. Era una broma. Un recurso más para romper el hielo. O eso creímos. Pero cuando ya estábamos por marcharnos, volvió a decirlo. Mismo gesto. Mismo tono. Misma mirada, fija.

Compré un par de calcetines. No porque creyera en maldiciones, sino porque el chiste había dejado de sonar gracioso. Mi mujer, más escéptica y menos influenciable, no compró nada. Todo era demasiado caro, dijo.

Dos días después, bajando la montaña Vinicunca —esa lengua de colores que todos quieren fotografiar—, la furgoneta que nos llevaba de regreso se salió de la pista y se despeñó por un barranco. Recuerdo un grito antes del impacto, el polvo, los cuerpos. Yo salí golpeado, nariz rota y conmoción cerebral. Mi mujer se llevó la peor parte, con varios huesos rotos.

Pasamos la noche en un centro de salud improvisado, entre sueros colgando de ganchos oxidados y mantas prestadas por otras turistas que lloraban en varios idiomas. Nadie volvió a mencionar lo del hueso, ni los calcetines, ni el taller.

Hoy, cuando abro el cajón donde guardo esos calcetines, me pregunto qué tipo de broma era aquella. Si lo que nos dijeron era un chiste, una advertencia o una especie de justicia poética mal entendida.

No creo en supersticiones. Pero tampoco las desafío.

Tejedora artesana, (la del huesito), Chinchero,  junio 2022
Nikon D-750, Sigma Art 24-105 mm. f/4 a 105 mm.
Apertura f/5 Obturación 1/50s. ISO 2000





Colores naturales a partir de la cochinilla, Chinchero,  junio 2022
Nikon D-750, Sigma Art 24-105 mm. f/4 a 82 mm.
Apertura f/5.6 Obturación 1/50s. ISO 1000

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