El Monasterio de Santa Catalina de Siena, Arequipa.

Si alguna vez pasas por Arequipa —y tienes más curiosidad que prisa— no dejes de visitar el Monasterio de Santa Catalina. No es solo una parada turística en esta ciudad peruana, es una joya de la arquitectura colonial que se mantiene en pie con la dignidad de quien ha visto siglos pasar. Y si te gusta la fotografía, como a mí, es prácticamente un escenario montado para jugar con la luz, el color y las texturas. Es imposible no disparar el obturador.

El monasterio mezcla arquitectura española (con ese toque andalusí) y elementos peruanos, creando un diálogo visual que alterna entre sombras profundas y colores intensos. Hay muros que parecen pintados con fuego y cielo que parece robado a un cuadro de Sorolla.

Pero lo que más me sorprendió fue lo que sentí: una especie de familiaridad desubicada. Nunca estando tan lejos de mi tierra me sentí tan cerca. Y es que muchas calles del monasterio llevan nombres de ciudades españolas: Sevilla —mi ciudad—, Córdoba, Málaga, Granada, Toledo, Burgos... Incluso hay una plazuela llamada Zocodover, como la de Toledo. La nostalgia aquí no es un sentimiento, es una señal de tráfico.


Breve historia (sin siesta)

El monasterio fue fundado en 1580 por doña María de Guzmán, una viuda rica y con decisión —hija del conquistador Hernando Álvarez de Carmona—, que decidió montar un convento exclusivo para mujeres de la nobleza española. Una especie de retiro espiritual con muros altos y votos perpetuos.

Durante los siglos XVII y XVIII vivió su momento de esplendor: nuevas celdas, capillas, jardines... Pero no todo fue oración y flores. En 1582, un terremoto sacudió Arequipa y el monasterio no salió ileso. Hubo daños graves y varias monjas murieron. Una tragedia más en la historia de un lugar donde la vida se vivía en silencio.

En el siglo XIX, el monasterio entró en crisis económica. La solución fue abrir sus puertas al público, lo que permitió su conservación y lo convirtió, poco a poco, en un monumento vivo.

Hoy es una de las principales atracciones de Arequipa y Patrimonio de la Humanidad según la UNESCO. Se puede recorrer con calma, cruzar claustros, explorar celdas, respirar los jardines y tratar de imaginar la vida que allí dentro se llevó... y la que aún parece susurrar por los pasillos.


Consejos fotográficos (para no ir a ciegas)

Como decía, el lugar es un paraíso para la fotografía. Aquí van algunos consejos basados en mi experiencia de una sola tarde, pero muy bien aprovechada:

  • Objetivo: llévate un todoterreno. Yo usé un 24-105 mm, aunque para este sitio iría incluso a algo más angular. No creo que necesites más de 70 mm, salvo que vayas a cazar detalles lejanos.

  • Filtro polarizador: muy recomendable. Te ayudará a saturar los colores, eliminar reflejos en las fuentes y conseguir esos cielos azules que parecen mentira.

  • Trípode y flash: se permite el trípode, siempre que no estorbe, y también el uso del flash en exteriores. Por lo que sé, hay visitas nocturnas que pueden dar mucho juego si buscas una atmósfera distinta.

  • Sorpresas: en el monasterio a veces se hacen sesiones de fotos de comuniones y bodas. Puede que te cruces con alguna modelo improvisada, como me ocurrió a mí con una niña vestida de comunión que parecía escapada de un óleo barroco.



Plaza de Zocodover, Arequipa, Perú junio 2022

Nikon D-750, 24-105 mm. f/4 a 52 mm.
Apertura f/8 Obturación 1/100s. ISO 100




Cubiertas y aljibes, Arequipa, Perú junio 2022

Nikon D-750, 24-105 mm. f/4 a 62 mm.
Apertura f/11 Obturación 1/800s. ISO 100




Rincones preciosos, Arequipa, Perú junio 2022

Nikon D-750, 24-105 mm. f/4 a 62 mm.
Apertura f/11 Obturación 1/640s. ISO 100



Buzón para cartas, Arequipa, Perú junio 2022

Nikon D-750, 24-105 mm. f/4 a 52 mm.
Apertura f/5.6 Obturación 1/30s. ISO 11400


Claustro de los naranjos, Arequipa, Perú junio 2022
Nikon D-750, 24-105 mm. f/4 a 24 mm.
Apertura f/8 Obturación 1/125s. ISO 100




Armario, Arequipa, Perú junio 2022
Nikon D-750, 24-105 mm. f/4 a 35 mm.
Apertura f/8 Obturación 1/30s. ISO 3200


Calle Sevilla y un sevillano.
Consejo: no os apoyéis en las paredes como yo, manchan de pintura.


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