Fotografiar la Cueva de Pozalagua.

     En el norte de España, concretamente en el País Vasco, se encuentra el valle de Carranza. Allí, escondida entre montañas, yace una joya geológica única en Europa: la cueva de Pozalagua. Su particularidad es que alberga una de las mayores concentraciones de estalactitas excéntricas del mundo, solo superada —según dicen— por alguna cueva en Australia.

Ahora bien, ¿qué demonios son las estalactitas excéntricas? Lo habitual en las cuevas es encontrar tres tipos básicos de formaciones de calcita: las estalactitas, que cuelgan del techo como carámbanos de hielo; las estalagmitas, que crecen desde el suelo por la acumulación de gotas con minerales; y las columnas, fruto de la unión entre ambas. Hasta aquí, todo bajo las reglas de la gravedad.

Pero las excéntricas van por libre. Son estalactitas que desafían las leyes de la física: crecen en todas direcciones, como si la gravedad les diera igual. El resultado son formaciones caprichosas, retorcidas, casi florales. A día de hoy, nadie sabe con certeza por qué crecen así. Hay teorías, pero ninguna concluyente.

Además de estalactitas, estalagmitas y columnas, la cueva también ofrece otras curiosidades geológicas con nombres tan pintorescos como banderas, cortinas o coladas. Todo depende del humor del agua y del tiempo.

Breve historia

En 1957, durante unas voladuras en una cantera de dolomía, un barreno abrió accidentalmente una grieta que reveló esta cavidad, oculta durante millones de años. Desde entonces, la cueva ha sido estudiada, protegida... y hasta ha salido en el cine.

Como curiosidad, fue escenario de la película Irati, un despropósito con pretensiones épicas basado en mitología vasca. Argumento flojo, efectos mediocres, pero eso sí: las localizaciones, espectaculares. (Opinión personal gratuita, pero necesaria.)

Fotografiar la cueva

Aquí viene el jarro de agua fría: está prohibido hacer fotos. Así, sin paños calientes. Lo avisan con carteles en la entrada y en las taquillas, aunque curiosamente, en su web no se menciona ni una palabra. Por suerte, antes de entrar, la guía explicó que el gestor de la cueva permite fotografiar en un único rincón: un punto concreto de la llamada Sala Versalles.

Como la visita básica se realiza en grupo —unas 50 personas, ojo— y el tiempo para hacer fotos es breve y limitado, más vale dejar el trípode en casa. Además del follón que supondría montarlo entre turistas sacándose selfies, el suelo vibra (se camina sobre planchas metálicas) y la barandilla también. Vamos, que ni trípode ni apoyo: a disparar a pulso.

La iluminación es artificial y bastante tenue, así que no queda otra que jugar al límite: apertura generosa, velocidad justa para evitar trepidaciones, ISO alto pero no suicida, y una focal angular que te permita abarcar techo y obtener buena profundidad de campo. Lo ideal es tirar de distancia hiperfocal para afinar el enfoque.

Y eso es lo que hice. Aquí tenéis la imagen, junto con los datos EXIF, para que os hagáis una idea del milagro técnico que supone sacar algo decente en esas condiciones.



Gran columna rodeada de estalactitas excéntricas, Cueva de Pozalagua, abril 2023
Nikon D-750, Samyang 14 mm. f/2.8.
Apertura f/3.5 Obturación 1/30s. ISO 4500




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