Entradas

Mostrando entradas de abril, 2021

Fotografía callejera en Toulouse

Imagen
  Cuando uno se echa al camino con una cámara al cuello, tiene que decidir pronto si va a limitarse a disparar postales o si, en cambio, prefiere jugarse el tipo buscando en cada rincón el alma verdadera de una ciudad. Porque, seamos francos, la esencia de cualquier sitio jamás estuvo solo en sus monumentos, en sus fachadas lustrosas ni en esas estampitas turísticas que te venden en el kiosco de la esquina. La ciudad de verdad, la que respira y siente, vive en sus calles y en su gente; en los rostros anónimos que cruzan apresurados las plazas o que se detienen a fumar un pitillo en cualquier portal. Luego hay lugares, no nos engañemos, donde por mucho que te esfuerces, no hay postal que valga; sitios donde la belleza no radica en catedrales imponentes ni en panorámicas para turistas chinos. Son pueblos, ciudades pequeñas o barrios olvidados, lugares donde el único modo digno de echar una fotografía es apuntando directamente al latido cotidiano, a lo que algunos llaman, con pompa ac...

Fotografiando milanos en España

Imagen
  Una de las rapaces diurnas más comunes —y al mismo tiempo más olvidadas— de la península ibérica son los milanos: el real ( Milvus milvus ) y el negro ( Milvus migrans ). Dos parientes con apellido compartido, pero personalidades bien distintas. El negro es un visitante estacional, que llega con la primavera y se marcha cuando el calor empieza a rajar las piedras. El real, en cambio, es residente todo el año. Un superviviente de los que no hacen las maletas. Milano real entre cantuesos, Parque Nacional de Guadarrama, mayo 2020 Nikon D-810, Nikon 400 mm. f/2.8 Apertura f/4 Obturación 1/2000s. ISO 1400 Ya en el siglo XVIII, naturalistas como Félix de Azara o Buffon mencionaban a estas aves, fascinados por su vuelo elegante y su capacidad para adaptarse al entorno humano. El milano, decían, es carroñero, pero no rastrero. Limpia el campo, recoge lo que otros dejan. Y, a diferencia de su reputación, es más oportunista que cobarde. Milano real entre cantuesos, Parque Nacional de Guad...

Fotografiando a otros turistas

Imagen
  No hay nada como llegar a ese lugar con el que llevas fantaseando meses —ese que parecía sacado de un sueño, de una postal, de un documental de la BBC— y descubrir que el sueño incluye a miles de personas exactamente igual que tú: sudadas, frustradas y con el dedo temblando sobre el botón de la cámara, dispuestas a matar por una foto que ya han hecho millones… igualita. Porque claro, todos queremos la foto . Esa, la mítica, la icónica, la que demuestra que fuimos, vimos… y nos comimos una hora de empujones para tenerla. Y si de paso se cuela un selfie en el que fingimos espontaneidad con cara de "estoy viviendo mi mejor vida", mejor. A unque estés más pendiente del encuadre que del puto Machu Picchu que tienes enfrente En ese momento de iluminación turística, te enfrentas a tres opciones: Practicar el noble arte de la paciencia budista y esperar a que por un milagro divino nadie cruce tu encuadre. Sacar el trípode, el filtro de 10 pasos y hacer una exposición larga, co...

Fotografiando frailecillos en Làtrabjarg

Imagen
El frailecillo atlántico (Fratercula arctica) es de esas criaturas que parecen diseñadas para caer bien a primera vista. Pequeño, redondeado y con aire de payaso triste, se mueve con tanta confianza y torpeza adorable que uno no puede evitar sentir simpatía inmediata cuando se lo encuentra cara a cara. Para quienes visitan Islandia, observar a estos bichos en su hábitat natural es uno de los momentos estelares del viaje. Normalmente, entre abril y septiembre, la isla se llena de visitantes deseosos de verlos en plena época de cría. Con esa intención, durante nuestra vuelta a Islandia en junio de 2016, paramos en cada lugar señalado en las guías y blogs de viaje, siempre con el mismo resultado frustrante: ni rastro de frailecillos. Pero ya saben cómo funciona el destino, caprichoso y algo burlón, que decidió que no sería hasta alcanzar uno de los puntos más alejados e inaccesibles de Islandia cuando por fin tendríamos nuestra recompensa. Si uno mira con atención el mapa de Islandia, ver...

La ceremonia budista del Tak Bat

Imagen
El Tak Bat es una ceremonia budista con más de 600 años de antigüedad. Aunque se celebra en todo Laos, es en Luang Prabang donde realmente impresiona. Allí, más que un ritual, parece una coreografía de devoción a medio camino entre lo sagrado y lo cotidiano. Ceremonia del Tak Bat, Luang Prabang, Laos,  octubre 2019 Nikon D-750, Sigma 105 mm. f/2.8 Apertura f/2.8 Obturación 1/100s. ISO 3200 ¿Y qué es exactamente el Tak Bat ? Los monjes budistas hacen voto de pobreza para entregarse por completo a la oración y la meditación. En su camino hacia el Nirvana —que no incluye bienes materiales, ni siquiera Wi-Fi— solo cuentan con lo justo: una túnica, una aguja de coser, un cuenco llamado patta y poco más. Así que dependen por completo de la generosidad de los fieles para alimentarse. Lugareños esperando a los monjes, Luang Prabang, Laos,  octubre 2019 Nikon D-750, Sigma 105 mm. f/2.8 Apertura f/2.8 Obturación 1/80s. ISO 6400 En Luang Prabang, y en muchos otros pueblos de Laos, la...

Hverir, fotografiando entre fumarolas

Imagen
 Hverir es una de esas zonas geotermales del norte islandés que parecen diseñadas expresamente para recordarnos lo frágiles y pequeños que somos frente a la fuerza brutal de la naturaleza. Un paisaje marciano, infernal si se quiere, que despliega sin pudor sus tonos ocres, rojos y amarillentos, mezclados con fumarolas silbantes, solfataras humeantes y charcos de lodo hirviente que borbotean como el caldo en una marmita del diablo. Un sitio extraordinario para pasear, desde luego, siempre y cuando uno sea capaz de soportar estoicamente el hedor a azufre que lo impregna todo. Ese olor intenso, penetrante, que se pega a la ropa y al alma con obstinación, recordando al visitante en cada inspiración que camina literalmente sobre las entrañas humeantes del planeta. Conviene, además, no distraerse demasiado: el suelo está delimitado por senderos muy claros, y no es por capricho. Salirse del camino implica jugar a la ruleta rusa con la suerte, arriesgarse a hundir un pie en barro hirviendo...