Hverir, fotografiando entre fumarolas
Hverir es una de esas zonas geotermales del norte islandés que parecen diseñadas expresamente para recordarnos lo frágiles y pequeños que somos frente a la fuerza brutal de la naturaleza. Un paisaje marciano, infernal si se quiere, que despliega sin pudor sus tonos ocres, rojos y amarillentos, mezclados con fumarolas silbantes, solfataras humeantes y charcos de lodo hirviente que borbotean como el caldo en una marmita del diablo.
Un sitio extraordinario para pasear, desde luego, siempre y cuando uno sea capaz de soportar estoicamente el hedor a azufre que lo impregna todo. Ese olor intenso, penetrante, que se pega a la ropa y al alma con obstinación, recordando al visitante en cada inspiración que camina literalmente sobre las entrañas humeantes del planeta. Conviene, además, no distraerse demasiado: el suelo está delimitado por senderos muy claros, y no es por capricho. Salirse del camino implica jugar a la ruleta rusa con la suerte, arriesgarse a hundir un pie en barro hirviendo o recibir, sin previo aviso, la caricia de una fumarola a más de cien grados directamente en la cara. Un modo nada recomendable de exfoliarse la piel.
Por norma, cuando fotografiamos un lugar, solemos preferirlo vacío, desierto de turistas que estropeen nuestra imagen ideal. Pero en Hverir sucede algo curioso. Allí, la presencia de caminantes tiene un valor añadido: dan escala, dimensión exacta a aquel paisaje extraterrestre, permitiendo al observador comprender realmente la magnitud y proporciones del escenario. Además, qué demonios, las figuras humanas en este paisaje marciano aportan un toque especial, una cierta fragilidad dramática, que nos recuerda lo vulnerables que somos cuando la Tierra decide mostrarnos sus colmillos.
En definitiva, la visita a Hverir es una experiencia que va más allá del simple paseo turístico; es una pequeña lección de humildad, un recordatorio oportuno de que vivimos sobre una bomba de relojería perfectamente capaz de borrarnos del mapa cuando quiera. Fotografiarlo, más que una afición, es casi un acto de respeto, un tributo silencioso a esa belleza brutal e implacable que nos supera y nos sobrevivirá, nos guste o no.
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Paseando por Hverir, Islandia, junio 2016 Nikon D-810, Sigma Art 24 mm. f/1.4 Apertura f/8 Obturación 1/400s. ISO 100 |
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Paisajes extraños, Islandia, junio 2016 Nikon D-810, Nikon 50 mm. f/1.8 Apertura f/11 Obturación 1/125s. ISO 125 |
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Panorámica de una poza de lodo, Islandia, junio 2016 Nikon D-810, Nikon 50 mm. f/1.8 Apertura f/8 Obturación 1/250s. ISO 64 |
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Cima del Námafjall y fumarolas, Islandia, junio 2016 Nikon D-810, Sigma Art 24 mm. f/1.4 Apertura f/8 Obturación 1/320s. ISO 64 |
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Los visitantes de Marte, Islandia, junio 2016 Nikon D-810, Sigma Art 24 mm. f/1.4 Apertura f/11 Obturación 1/100s. ISO 64 |
Sin duda alguna es una visita imprescindible si tenéis la oportunidad de visitar Islandia.