La hora azul del Puente Nuevo de Ronda
Hace unos días, por fin disparé una de esas fotos que tenía pendientes desde hace años: el Puente Nuevo de Ronda, justo en la hora azul. Ese instante caprichoso en el que el día se resiste a morir y la noche aún no se atreve a entrar del todo. El cielo se vuelve de un azul imposible, como de postal manipulada, pero real. Tan real como el peso del trípode que cargué hasta el punto de la toma. No era una foto cualquiera. Era una cuenta pendiente. Una especie de reconciliación entre lo que fui y lo que soy. Porque hace muchos años, cuando aún llevaba el pelo rapado y las botas bien lustradas, estuve destinado en Ronda, en la XIX Bandera de Operaciones Especiales de la Legión. De aquellos días me queda el olor a pólvora, la disciplina a gritos y la memoria muscular de haber subido decenas de veces desde el valle hasta el pueblo corriendo, con el puente allá arriba, como un coloso de piedra que me vigilaba sin pestañear. Aquella estructura era el final del sufrimiento físico y el principio ...