Fotografiando buitres leonados

España: paraíso de los buitres (y no hablo de los de corbata)

Para un aficionado a la fotografía de naturaleza como yo, vivir en España es un verdadero golpe de suerte. Y no, no lo digo por el sol ni por las tapas. Lo digo porque estamos en el único país de Europa donde nidifican las cuatro especies de buitres presentes en el continente: buitre leonado, buitre negro, quebrantahuesos y alimoche. Una alineación digna de un documental de la BBC… pero más cerca y sin doblaje.

De hecho, el 90% de la población europea de buitre leonado está aquí, en nuestro suelo. Un dato que no se comenta en los telediarios, pero que convierte a España en uno de los destinos estrella para ornitólogos y fotógrafos de fauna de todo el mundo. Y con razón.

Uno de los mayores espectáculos —y no exagero— que ofrece la naturaleza ibérica es presenciar una carroñada. Un festín brutal y perfectamente coreografiado donde, en apenas 20 minutos, estos gigantes alados hacen desaparecer el cadáver de un jabalí o un ciervo como quien limpia un plato con pan. Es crudo, sí. Pero también hipnótico.

Y aquí viene lo que muchos ignoran: estos animales no son solo bellos en vuelo o fotogénicos al contraluz. Son esenciales para la salud del ecosistema. Eliminan restos de animales muertos, despojos de caza, carroña que podría propagar enfermedades o contaminar acuíferos. Son los basureros naturales del campo, los sepultureros sin pala, y su trabajo es más útil que el de muchos humanos con despacho.


Tomando tierra, Parque Nacional de Monfragüe, octubre 2016
Nikon D-810, Nikon 400 mm. f/ 2.8
Apertura f/2.8 Obturación 1/1250 s. ISO 200



"The Fucking Master", Pirineos, octubre 2015
Nikon D-810, Nikon 400 mm. f/ 2.8
Apertura f/2.8 Obturación 1/500 s. ISO 1600


Pista libre, Pirineos, octubre 2015
Nikon D-810, Nikon 400 mm. f/ 2.8
Apertura f/2.8 Obturación 1/1250 s. ISO 1600



Cómo fotografiar una carroñada (sin volverte carroña en el intento)

Lo ideal —y subrayo “ideal” como quien subraya “utopía”— sería poder organizar una carroñada por tu cuenta: elegir el lugar con buenos fondos, buena orientación del hide, estudiar la luz, colocar posaderos estratégicos, conseguir restos que se integren con el entorno (y no parezcan arrojados por un camión de despiece), y, claro está, obtener todos los permisos necesarios: los de la administración, los del dueño del terreno… y los de los buitres, que también tienen sus exigencias.

Ahora bien, en la vida real: yo no tengo terreno, ni contacto con nadie que lo tenga, ni tiempo ni ganas de batallar con la burocracia en busca de permisos que parecen diseñados para disuadirte. Y, siendo honestos, creo que la mayoría de los aficionados estamos en la misma situación.

Por eso, lo que hacemos el 90% de los fotógrafos de naturaleza es acudir a empresas especializadas que gestionan los hides, se encargan de los trámites, mantienen los comederos con regularidad y te permiten entrar al espectáculo sin tener que vender tu alma a Medio Ambiente.

También hay organizaciones conservacionistas que ofrecen este tipo de experiencias, como forma de autofinanciarse. Una opción que, además de práctica, ayuda a que la conservación no se quede en palabras bonitas en un folleto.


En disputa, Parque Nacional de Monfragüe, octubre 2016
Nikon D-810, Nikon 400 mm. f/ 2.8
Apertura f/2.8 Obturación 1/1600 s. ISO 220



Sobremesa, Pirineos, octubre 2015
Nikon D-810, Nikon 70-200 mm. f/ 2.8
Focal 116 mm. Apertura f/2.8 Obturación 1/1250 s. ISO 1600


Batiendo alas, Pirineos, Pirineos, octubre 2015
Nikon D-810, Nikon 400 mm. f/ 2.8
Apertura f/2.8 Obturación 1/1250 s. ISO 1600



Consejos fotográficos (y de supervivencia en un hide)

Cuando fotografío grandes rapaces desde escondites, el peso del equipo no me preocupa. Total, no hay que cargar con él más allá del trayecto hasta el hide, y una vez dentro, ya puedes montarte tu arsenal como si fueses a cubrir la final de los Mundiales.

Eso sí, el espacio puede ser otro cantar, sobre todo si compartes el escondite con otro fotógrafo. Y aquí ya entran en juego la tolerancia, la logística… y lo poco que se mueva el compañero.

Suelo llevar dos cuerpos de cámara, un 400 mm f/2.8, un 200-500 mm f/5.6, un 70-200 mm f/2.8 y, por si las moscas, un duplicador. Todo montado sobre trípode con rótula de balancín, claro. Sí, es un despliegue digno de invasión militar, pero en fotografía de fauna, el momento no espera, y cambiar de objetivo a pulso con un buitre a diez metros es una receta para el desastre.

Además del equipo, comida y bebida para aguantar horas de encierro. Y, muy importante: una botella vacía de buen tamaño para emergencias urinarias. Algunos hides ya tienen baño o te dejan una botella… pero yo prefiero llevar la mía. Llamadme maniático, pero me gusta mear en recipientes cuya procedencia no me genere dudas existenciales.

Y no olvidéis un detalle básico: el móvil en silencio. No hay nada que arruine más la magia de una carroñada que el tono de WhatsApp de tu cuñado.



Vuelo, Parque Nacional de Monfragüe, octubre 2016
Nikon D-810, Nikon 400 mm. f/ 2.8
Apertura f/2.8 Obturación 1/1600 s. ISO 280

Algunas empresas de hides fotográficos donde fotografiar carroñadas.


Si tenéis dudas, sugerencias o queréis compartir vuestra experiencia —o vuestras mejores fotos de carroñadas—, dejadlo en los comentarios. Siempre es un placer intercambiar historias entre quienes preferimos un buen hide a una tumbona en la playa.

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