Historia tras la foto: Los raqueros de Santander.

 Camino despacio por el Paseo de Pereda, observando cómo el cielo encapotado convierte la tarde en un lienzo gris uniforme. No hay sombras alargadas ni reflejos dorados, solo una luz difusa, suave, que envuelve la escena con una serenidad casi melancólica. Los raqueros de bronce parecen aún más espectrales bajo este cielo plomizo, atrapados en un salto eterno hacia aguas que ya no les pertenecen. Otros, sentados con la mirada perdida, parecen esperar algo que nunca llega.

Son los raqueros de Santander, aquellos chavales que, hace más de un siglo, sobrevivían en los muelles con el ingenio afilado y el hambre siempre presente. Se zambullían en el puerto en busca de monedas lanzadas con desgana por turistas de otro tiempo, o con un poco más de osadía, aligeraban los bolsillos de los incautos que desembarcaban en la ciudad.

El término viene, dicen, del inglés wrecker, saqueador de naufragios. Un nombre apropiado para quienes vivían al borde del avismo, rescatando de las aguas lo que otros dejaban caer por accidente o desprecio. Niños que aprendían rápido que el mundo no tiene miramientos con los que nacen sin fortuna. Ahora, convertidos en estatuas, su silueta de bronce brilla con la humedad del ambiente, como si el pasado aún les pesara sobre los hombros.

Me detengo frente a ellos, cámara en mano, buscando el encuadre adecuado. La luz plana de la tarde nublada convierte el bronce en un tono mate, sin reflejos que distraigan. Todo es homogéneo, una escena que parece suspendida en el tiempo. Es un conjunto escultórico que se presta al juego de la fotografía, donde el ángulo y la atmósfera pueden transformar la escena en algo completamente distinto. Me muevo alrededor, probando distintas composiciones. La dureza del bronce contra la suavidad del agua, el contraste entre la quietud de las figuras y el movimiento de la bahía. Es una imagen que merece ser capturada, no solo por su estética, sino por lo que representa: la historia de los olvidados, la infancia de los que nunca tuvieron niñez.

Ajusto la cámara y disparo. Una, dos veces. Sé que volveré a este lugar en otro momento del día, con otra luz, con otra mirada. Porque hay historias que merecen contarse más de una vez.


Los raqueros, Santander, abril 2024
Nikon Z-fc, Nikkor Z DX 16-50 mm. f/3.5-6.3 VR a 16mm.
Apertura f/8 Obturación 1/125s. ISO 100

     
Los raqueros, Santander, abril 2024
Nikon Z-fc, Nikkor Z DX 16-50 mm. f/3.5-6.3 VR a 37mm.
Apertura f/8 Obturación 1/125s. ISO 100


Los raqueros, Santander, abril 2024
Nikon Z-fc, Nikkor Z DX 16-50 mm. f/3.5-6.3 VR a 50mm.
Apertura f/8 Obturación 1/125s. ISO 100


Los raqueros, Santander, abril 2024
Nikon Z-fc, Nikkor Z DX 16-50 mm. f/3.5-6.3 VR a 23mm.
Apertura f/8 Obturación 1/125s. ISO 100

Los raqueros, Santander, abril 2024
Nikon Z-fc, Nikkor Z DX 16-50 mm. f/3.5-6.3 VR a 16mm.
Apertura f/8 Obturación 1/125s. ISO 100


Los raqueros, Santander, abril 2024
Nikon Z-fc, Nikkor Z DX 16-50 mm. f/3.5-6.3 VR a 17.5mm.
Apertura f/8 Obturación 1/125s. ISO 100


Entradas populares

Material: Filtro Golden Blue de Singh Ray.

Jaizkibel, una excursión foto-geológica al valle de los colores