Accidente fotográfico, Capilla Sixtina y los empujones de los turistas

 No sé si sabéis que en la Capilla Sixtina está prohibido fotografiar, y no es para proteger las pinturas de algún deterioro provocado por los flashes, ya que tampoco se puede fotografiar sin flash.

Dicha prohibición se debe a que en 1980, al acometer unas obras de restauración en los frescos, el presupuesto se les fue de madre a los responsables del Vaticano y no tuvieron más remedio que buscar ayuda económica externa. Los que hicieron la mejor oferta fueron la Nippon Television Network Corporation de Japón, que apoquinaron algo más de 4 millones.

Como recompensa, la Nippon Television recibió los derechos exclusivos para fotografiar y filmar los frescos de la capilla. 

El Vaticano, ante el temor de que fotógrafos profesionales se camuflaran entre los visitantes, extendió la prohibición a todos los turistas.

Veinte años después de la finalización de las obras de restauración que duraron varios lustros, el contrato de exclusividad expiró, pero el Vaticano siguió manteniendo la prohibición.

En septiembre de 2016 me escapé con unos amigos que visitaban por primera vez los Museos Vaticanos, como yo ya había estado años antes, les iba haciendo de guía mientras los fotografiaba con sus obras preferidas.

Pero claro, al entrar en la Capilla Sixtina, yo que siempre acato las normas, me colgué la cámara en el cuello y la apagué. 

El caso, es que cuando llegué a casa y revisé las fotos, me llevé la sorpresa de ver esta imagen. Supongo que al haber tanta gente, con algún roce se activó la cámara, luego con un empujón quedó encuadrada hacia arriba, y por un golpe de suerte y quizás un milagro, la cámara que ya se encontraba enfocada se disparó sola. 

- ¿Serendipia?, diría Iker Jiménez. 



Capilla Sixtina, Ciudad del Vaticano, septiembre 2016
Nikon D-810, Sigma Art 24 mm. f/1.4
Apertura f/6.3 Obturación 1/100s. ISO 3200



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